Los diversos partidos que conforman la heterogénea oposición en Egipto han recibido con escepticismo las promesas de reforma que el domingo les hizo el vicepresidente del país, Omar Suleiman, en una histórica reunión en la que participó por primera vez la ilegalizada formación islamista Hermanos Musulmanes, utilizada durante décadas por el régimen de Hosni Mubarak como pretexto para ahuyentar el deseo popular de cambios democráticos.

En la reunión, Suleiman insistió en que el presidente no dimitirá, condición indispensable del grueso de los reformistas para sumarse a la transición. El vicepresidente también quiso convencerles de su deseo de acercarse a las demandas del pueblo. Para ello, aceptó la creación de un comité encargado de estudiar reformas constitucionales, necesarias para que puedan presentarse en las elecciones presidenciales candidatos ajenos al régimen. Igualmente, el vicepresidente contempló la posibilidad de levantar el estado de excepción, vigente desde 1981, "una vez se den las adecuadas condiciones de seguridad".

Pero no convenció a muchos. El candidato opositor Mohamed el Baradei, premio Nobel de la Paz y exdirector de la Agencia Internacional para la Energía Atómica, denunció que el diálogo carece de credibilidad porque son los mismos militares que han regido el país en los últimos 30 años los que pretenden manejar la transición. Baradei no fue invitado a la reunión, aunque sí estuvo allí uno de los miembros del movimiento cívico que encabeza. "Le pedimos una total transformación democrática y no reformas parciales, pero Suleiman dijo que la democracia llega gradualmente", explicó Mustafá Naggar al término del encuentro.

"Ninguna seriedad"

Tampoco los Hermanos Musulmanes salieron satisfechos. "Hasta ahora no hemos observado ninguna seriedad", dijo uno de sus líderes, Abdul Moneim Fotouh, refiriéndose al régimen. "Si fueran serios ordenarían la disolución del Parlamento y levantarían el estado de excepción con un decreto presidencial", aseguró.

Mientras, las protestas no pierden fuelle a pesar de que el jefe del Estado Mayor en persona intentó sin éxito convencer a los manifestantes que siguen en la plaza Tahrir, epicentro de las protestas en El Cairo, que despejen la plaza y permitan que ruede el tráfico. Este lunes, Tahrir ha amanecido ocupada por miles de personas que han pasado la noche para seguir reivindicando la dimisión de Mubarak.