El exprimer ministro paquistaní Nawaz Sharif puso ayer fin a siete años de exilio y regresó a su país con el compromiso de participar "plenamente" en política sin buscar "ninguna venganza" personal. El dirigente opositor no aclaró si participará o no en las elecciones parlamentarias del 8 de enero, aunque sí afirmó que la situación actual del país --bajo estado de excepción-- "no favorece" la celebración de unos comicios libres. Tampoco está claro el alcance de sus contactos con los que han sido sus dos principales rivales políticos, el presidente Pervez Musharraf y la líder opositora Benazir Bhutto.

Acompañado de su esposa y otros familiares, un emocionado Sharif tuvo un recibimiento triunfal en el aeropuerto de Lahore, donde le esperaba una eufórica multitud. Cerca de 5.000 policías fueron desplegados para garantizar el orden, aunque en esta ocasión las autoridades no recurrieron a efectivos del Ejército. No ocurrió lo mismo el 10 de septiembre, en el primer intento de Sharif de regresar a Pakistán, cuando fue deportado a Arabia Saudí en cuanto aterrizó en Lahore.

En esta ocasión, Musharraf se ha abstenido de comentar la vuelta del líder opositor, lo que se interpreta como una aceptación tácita de su presencia. Sharif ha criticado el estado de excepción y ha admitido contactos con Bhutto para estudiar una postura común frente a Musharraf. A todo ello, hoy acaba el plazo de presentación de candidatos a las legislativas, y ni Sharif ni Bhutto han dejado claro si sus partidos concurrirán a esos comicios o los boicotearán.

Nawaz Sharif gobernó Pakistán en dos ocasiones, entre 1990 y 1993 y entre 1997 y 1999, año en que el general Musharraf le arrebató el poder con un golpe de estado incruento después de que el entonces primer ministro le destituyera como jefe de las Fuerzas Armadas. Condenado a cadena perpetua por varios cargos, aceptó exiliarse en Arabia Saudí en el 2000 a cambio del perdón presidencial.

Shireen Mazari, directora del Instituto de Estudios Estratégicos de Islamabad, aseguró ayer a este periódico que Pakistán solo tiene salida a la actual situación: "El levantamiento del estado de excepción y la celebración de elecciones transparentes". En cuanto al futuro tras la consulta, Mazari duda de que Musharraf sea "una barrera" para la democracia y apunta que la mayoría de partidos estarían dispuestos a colaborar con Musharraf si este se quita el uniforme.