La guerra de Georgia sembró la inquietud entre las repúblicas exsoviéticas del Báltico, Estonia, Letonia y Lituania. En ese conflicto, Rusia trazó una línea roja para dejar claro a la Alianza Atlántica cuáles serían los límites de su expansión en el espacio exsoviético, e incluso llegó a decir que estaría dispuesta a defender con las armas los derechos e intereses de las poblaciones rusófonas más allá de sus fronteras. Las repúblicas bálticas, de las que Letonia y Estonia tienen más del 20% de la población de origen ruso, exigieron a la OTAN una garantía de protección basándose en el artículo 5 de la carta fundacional de la Alianza, según se desprende de las cartas diplomáticas entre las embajadas de estos tres países y el Departamento de Estado de EEUU. La petición suscitó un debate de gran calado en la Alianza Atlántica entre quienes no querían irritar a Rusia bajo ningún concepto --como el secretario general de la organización, Anders Fogh Rasmussen-- y estos países. Al final, se hizo extensivo un plan de Defensa para Polonia a las tres repúblicas bálticas.