Alí es el rostro de esta guerra. Alí Ismail Abbas es la cara de los llamados daños colaterales, ese eufemismo que utilizan los portavoces militares de EEUU para denominar a los civiles que mueren en sus ataques.

La vida de Alí cambió para siempre el 30 de marzo, cuando un proyectil estadounidense cayó del cielo a medianoche e impactó de lleno en su casa de ladrillo. Con 12 años recién cumplidos, Alí deberá afrontar el resto de su existencia sin familia. Ahora se recupera en el hospital Ibn Sina de Kuwait, adonde ha llegado gracias a la repercusión internacional que tuvo la foto en la que se veía su cuerpo quemado y sin brazos.

La historia, desgraciadamente, se repite. Se parece demasiado a la de Kim Phuc, la niña vietnamita que se erigió en símbolo de la guerra de Vietnam. Su foto, huyendo de los aviones de EEUU que escupían napalm, también dio la vuelta al mundo.

Si logra superar las infecciones, Alí tendrá que ayudarse de prótesis cada vez que se alimente, escriba o simplemente quiera gesticular. Mientras, sucesivas operaciones intentarán eliminar las cicatrices causadas por las quemaduras sufridas en el abdomen y en el pecho.

UN BARRIO HUMILDE

Alí vivía en el barrio de Al Zafernia, en la periferia, al sureste de Bagdad, con su padre, Ismail; su madre, Zahra; la primera esposa de Ismail, Laila, y un sinfín de hermanastros y parientes. Ayer todos recordaban la noche en que recuperaron de los escombros el cuerpo aún con vida de Alí y lo metieron en una ambulancia. Por el resto de su familia no se podía hacer nada. Sólo quedaban cuerpos mutilados.

Hasta el día del bombardeo, Sadam Husein, la guerra y los marines no eran más que lejanos accidentes en la tranquila vida de Al Zafernia, un conjunto de casas de campesinos de Bagdad al lado de un canal de riego y en medio de campos de trigo y palmerales. Aquí, los lugareños se apiñan en viviendas construidas por ellos mismos, se instalan con sus hijos y parientes, trabajan una tierra que en la mayoría de los casos no les pertenece y realizan trabajos ocasionales para sacarse un salario extra. Unas pocas vacas y gallinas completan el patrimonio familiar para poder subsistir.

Al ser un barrio humilde, los adláteres del régimen baazista apenas se dejaban ver, y la figura del expresidente se limitaba a un personaje cuya vida y milagros había que aprender de carrerilla en la escuela, antes de seguir labrando el campo, recogiendo agua o preparando pan.

TAXISTA OCASIONAL

Ismail, el padre de Alí, no era una excepción. Con su destartalado Toyota Corona, acercaba al pequeño cada día a la escuela, a poco más de dos kilómetros, y luego intentaba sacar con el vehículo unos pocos dinares más recorriendo las calles de Bagdad, como taxista ocasional.

Tras un desayuno frugal, consistente en huevos cocidos, pan, leche y té, la escuela comenzaba durante los tres primeros días de la semana a las ocho de la mañana. El resto de días, las clases se iniciaban a mediodía y no acababan hasta las cuatro y media de la tarde.

Alí cursa el sexto curso de enseñanza primaria en la escuela As Salam, que en árabe quiere decir, precisamente, paz. "Tiene una inteligencia media. De una nota máxima de 10, suele obtener entre 7 y 8", explica Karima Ruhaif, profesora de la escuela y esposa del director del centro, en el que estudian unos 1.300 alumnos del barrio.

Una "fuerte personalidad" y una buena capacidad "para organizarse, porque es muy ordenado", completan los rasgos de la personalidad de Alí, según Karima. Ahora ya nada será igual, aunque la profesora no se olvida de dar gracias al saber, a través de la radio, que lo han trasladado a Kuwait.

De entre los escombros, los vecinos recuperaron dos cuadernos de apuntes, con cuentas y dibujos, y el libro de Agricultura, que junto con Arabe, Inglés, Matemáticas, Ciencias y la asignatura de Nación forman parte del currículo escolar de los alumnos de sexto curso de primaria en Irak.

LA ULTIMA LECCION

Como en el resto del país desde el inicio de la campaña, la escuela As Salam aún está cerrada. En la pizarra, está escrita la última lección de historia antes de la suspensión de las clases, con la fecha en que se impartió: 19 de marzo del 2003, un día antes del inicio de la guerra.

Después de las clases, Alí regresaba a casa. El almuerzo se servía a eso de la una de la tarde y estaba compuesto normalmente de arroz. Ismail, el padre, siempre que podía "intentaba traer un poco de carne" para completar la dieta familiar, explica Riad Kasim al Sultani, primo de Alí. Después, un paseo en bicicleta, acompañado de Río, uno de los tres perros de la familia, el único que sobrevivió al bombardeo, o un partido de fútbol en un duro campo de tierra, donde los niños de Al Zafernia se dejan cada tarde la piel de las rodillas correteando tras una deshecha pelota.

LA MASCOTA FAMILIAR

Ahora no quedan más que las ruinas de lo que fue el hogar de Alí. Los sacos de harina y cebollas están aún esparcidos por el suelo de la despensa, cubiertos por los ladrillos y la madera. La mascota familiar, Río, todavía está atado en su caseta, y es alimentado por los vecinos.

Mustafá al Sultani, otro de los primos de Alí reflexiona en voz alta sobre una guerra que le ha dejado sin familia: "¿Qué puedo decir sobre la guerra? Un día te levantas y te das cuenta de que ya no tienes familia".

Dos semanas después del bombardeo ni siquiera en Al Zafernia hay manera de dar esquinazo a la guerra. A menos de medio kilómetro, una unidad de la Primera División de Marines ha instalado su campamento, y vigila constantemente los movimientos de los campesinos. "Los soldados no nos dejan acercarnos a nuestros campos; no podemos labrar la tierra; se bañan desnudos en el canal, y por la noche gritan y no respetan nuestro dolor", dice Yasin, uno de los vecinos.

Pero en el campamento nadie parece haberse enterado de las quejas del vecindario. "Desafortunadamente, nos tenemos que instalar en algún sitio, les dejamos trabajar la tierra siempre y cuando no se nos acerquen a menos de 200 metros", responde el teniente T. Yount. Según Yount, sus hombres "jamás se han bañado desnudos" y respetan la mentalidad de los campesinos.

"CHOQUE CULTURAL"

El desconcierto de los iraquís ante la presencia de los militares es justificado por el oficial como "un choque cultural provocado por el hecho de que, por primera vez en su vida, son libres". El día en que Alí regrese al que fue su hogar y afronte su nueva vida, disfrutará de su nueva libertad, aunque eso sí, sin brazos con los que poder trabajar la tierra.