Castro tiene una de las peores armas de destrucción masiva: la que aniquila la libertad de pensamiento. El tiempo demuestra que La Habana sólo utilizó en beneficio propio la que parecía esperanzadora visita del Papa a Cuba. Los hechos también nos demuestran estos días que los políticos occidentales --los anticomunistas viscerales y los de la vía conciliadora-- no ejercen ninguna presión ante la ola coercitiva más importante de las últimas décadas en Cuba. Ante este desamparo, unos cubanos pagan con la cárcel y otros huyen a la desesperada. Nuestro pensamiento también es único: Irak.