La crisis de Ucrania tiene dos aspectos. El primero es saber si los ucranianos pueden despedir libremente a un Gobierno corrupto y oligárquico que no vacila en reprimir a la oposición y falsificar las elecciones. El segundo atañe a la orientación geopolítica de un país tradicionalmente dividido entre Oriente y Occidente. Pero muchos partidarios de la oposición propugnan que se preserve la buena relación con el Kremlin. EEUU y la UE, al denunciar el fraude electoral y exigir su rectificación, deben dejar bien sentado que no persiguen ninguna ventaja estratégica o comercial, sino que defienden la libertad y la decencia del sistema.

La cooperación entre Rusia y la UE es un tema capital, como ayer se ratificó en la cumbre de La Haya. Para que no se produzca otra fractura del continente, cualquier solución en Kiev no debe remedar la conferencia de Yalta de 1945. El neoimperialismo de Putin no puede prevalecer sobre la democracia sin que Europa pierda su alma.

*Periodista e historiador.