Barack Obama ha sido siempre consciente de que su apuesta por un mundo sin armas nucleares era un fin a largo plazo que no llegaría a ver satisfecho. Lo que el presidente posiblemente no pensaba es que ni siquiera iba a ser capaz de sacar adelante en el Congreso la renovación del tratado START con Rusia para la reducción de arsenales atómicos. Esa posibilidad, sin embargo, cobra cada vez más fuerza, y se perfila como un duro golpe a Obama y a sus proyectos de política exterior.

Jon Kyl, número dos de los republicanos en el Senado y el hombre al frente de las negociaciones sobre la ratificación por parte de los conservadores, anunció el martes que tratará de impedir la ratificación del START en la llamada lame duck session . Ese es el periodo de trabajo que le queda al Congreso saliente hasta que el elegido en las recientes elecciones legislativas empiece a trabajar en enero. Y si hasta ahora los demócratas necesitaban el apoyo de ocho republicanos en el Senado para tener los 67 votos imprescindibles, a partir de enero necesitarán a 14.

Kyl justificó su rechazo diciendo que hay asuntos no resueltos en la modernización y el mantenimiento del arsenal de EEUU, aunque la Administración se ha comprometido a invertir casi 60.000 millones de euros en ese concepto en la próxima década y el viernes anunció una inyección extra de 3.000 millones en los próximos cinco años.

A nadie se le escapan las intenciones de los republicanos de asestar un golpe a Obama de cara a la campaña del 2012. Los tres últimos tratados de desarme con Moscú se firmaron cuando un republicano ocupaba la Casa Blanca y en muchos casos contaron con apoyo de senadores republicanos. La nueva situación ha forzado a la Administración a iniciar una campaña en defensa del tratado.