En el Monte Scopus de Jerusalén descansan los restos de 2.515 militares de la Commonwealth que lucharon en Oriente Próximo contra el Imperio Otomano, con apoyo árabe, durante la primera guerra mundial.

La insurgencia árabe, capitaneada por el jerife de la Meca Husein ibn Ali, de la dinastía Hashemita, y su hijo Faisal, fue alentada por los británicos para arrebatarle al Imperio Otomano sus dominios en la región, junto a sus aliados franceses y rusos.

Con el fin de ganarse a los árabes, los británicos les aseguraron que crearían un gran Estado árabe con capital en Damasco. La promesa se plasmó en las cartas que Husein y Sir Henry McMahon, alto comisionado británico en Egipto, intercambiaron en 1915 y 1916 y que los árabes consideraron un acuerdo. Desconocían que, a sus espaldas, los británicos habían firmado un pacto con sus socios para repartirse Oriente Próximo.

“Las superpotencias intentaban dibujar el mapa según sus intereses y nos utilizaron”, afirma el historiador Mahdi Abdul Hadi, presidente de la Sociedad Académica Palestina para el Estudio de Asuntos Internacionales. “No creo que las élites árabes fueran ingenuas. Confiaron en británicos y franceses esperando que cumplieran su compromiso”, señala Hadi.

PLAN SECRETO CON RUSIA

El trato entre Reino Unido y Francia pasó a la historia como Acuerdo Sykes-Picot (o de Asia Menor) porque fue obra del británico Mark Sykes, consejero diplomático y político conservador, y François George-Picot, diplomático francés.

Para urdir el plan secreto, firmado el 16 de mayo de 1916, contaron con Serguei Sazonov, ministro de Exteriores de Rusia. Los tres dividieron el Imperio otomano en zonas bajo su control o influencia.

Reino Unido se adjudicó el territorio que hoy es Jordania, el sur de Irak y los puertos palestinos de Haifa y Acre. El resto de Palestina se dejó bajo control internacional. Los franceses se quedaron el sureste de Turquía, el norte de Irak, Siria y El Líbano.

A los rusos se les concedió Constantinopla, los estrechos, Armenia y Kurdistán, aunque nunca llegaron a controlar esos territorios, ya que en febrero de 1917 estalló la Revolución Rusa.

Los tres ocultaron el pacto a su aliado EEUU, cuyo presidente, Woodrow Wilson, había afirmado al entrar en guerra que “los pueblos y las naciones han de disponer del derecho a la autodeterminación”.

FRUSTRACIÓN KURDA

En el acuerdo Sykes-Picot no se establecieron fronteras y se habló del futuro “Estado árabe o de una confederación de Estados árabes”. Las líneas de los mandatos se acabaron de trazar en la Conferencia de San Remo y el tratado de Sèvres, en 1920.

Pero este pacto nunca entró en vigor porque el movimiento nacional turco, liderado por Mustafa Kemal Pasha, recuperó el territorio turco perdido y obligó a los aliados a negociar de nuevo en Lausana en 1923.

Como consecuencia, los kurdos vieron frustrado su sueño de un Estado. Presentaron un mapa en la Conferencia de París, en 1919, que comprendía el Kurdistán turco, el iraquí, una porción pequeña de Siria y otra de Persia y tenían que decidir su futuro en un referéndum. Pero el triunfo turco la existencia del Kurdistán.

Reino Unido se apoderó de Palestina y la dividió en dos mandatos: Palestina y Transjordania (actual Jordania), en cuyo trono colocaron a Abdulá, otro de los hijos de Husein.

HOGAR JUDÍO EN PALESTINA

Los tratados incorporaron la Declaración Balfour (noviembre de 1917), una carta del Secretario de Relaciones Exteriores británico, Arthur James Balfour, impulsada por Sykes y dirigida al barón Lionel Walter Rothschild, un líder de la comunidad judía británica.

En la misiva, Balfour indicaba: “Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, quedando bien entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina”. Las promesas británicas a árabes y judíos eran incompatibles.

BREVE REINO EN DAMASCO

Londres se hizo con el Mandato de Mesopotamia (luego Irak), que incluía Mosul. París asumió el Mandato de Siria y Líbano, que en el futuro pasó a ser un país con más territorio del previsto.

En Damasco, Faisal aprovechó el vacío de poder tras la derrota otomana y declaró un Reino Árabe en 1918 abolido por los franceses en 1920. Luego fue rey de Irak a instancias británicas, tras una revuelta popular que exigía un gobierno propio.

El acuerdo Sykes-Picot destruyó las aspiraciones árabes. “Es una de las razones básicas por las que hoy tenemos esta tormenta en Oriente Próximo. Creó fronteras falsas, basadas en líneas dibujadas sin tener en cuenta las nacionalidades o los intereses culturales y demográficos”, comenta Alan Baker, experto en derecho internacional del Jerusalem Center for Public Affairs.

A instaurar un gran país árabe aspira el Estado Islámico (EI), cuyo líder, Abu Bakr al-Baghdadi, afirmó al proclamar su califato en los territorios sirios e iraquís que domina: “Ha llegado el final de Sykes-Picot”.