Hace 35 años Elena estaba entre los rebeldes. Era una de las estudiantes que se encerraron en el campus de la Universidad Politécnica el 14 de noviembre de 1973 y comenzaron a transmitir mensajes contra la Dictadura de los Coroneles gracias a una emisora de radio fabricada por ellos mismos. Lograron atraer la atención de trabajadores y otros estudiantes que se sumaron a la protesta, hasta que, en la madrugada del 17 de noviembre, un tanque arrolló la verja del campus y los militares acabaron con el levantamiento matando a 24 personas.

Hoy, Elena es una señora de 55 años que mira con ilusión a los jóvenes que protestan en Atenas y en toda Grecia, va a las manifestaciones y grita igual de enfadada que ellos contra el Gobierno. Sus gafas de sol y su ropa denotan que pertenece a la clase media acomodada. Estamos muy orgullosas de ellos, porque están haciendo su propia revolución", dice a su lado Irini: "En los últimos tiempos ha habido muchas injusticias en Grecia y los únicos que las pagan son los trabajadores, los parados y sus familias. Ya es hora de que algo cambie". "Hemos venido para proteger el futuro de nuestros hijos. Estamos muy descontentos con su situación: las drogas, el trabajo que nos quita horas para estar con ellos, la educación... --se queja Irini--. Aquí comenzó la civilización, pero en la actualidad no existe la cultura, porque las escuelas no funcionan. Así que nuestros hijos serán carne de cañón para los hijos de los ricos que estudian en las universidades de la élite".

"Los jóvenes de ahora no tienen esperanza en el sistema. Solo les espera el paro o un trabajo precario", explica un sindicalista. Pero si algo ha logrado el Ejecutivo conservador ha sido unir a varias generaciones en una misma lucha.