“Nunca habríamos salido de Siria si nuestra casa no hubiera sido bombardeada ni mi madre hubiera sido asesinada. Quizás ahora sabríamos dónde están mi padre y mi hermano mayor, secuestrados el día en que las tropas del Daesh [Estado Islámico] entraron en la ciudad. El resto de la familia sigue en Turquía, esperando a que algún día, quizás, podamos reunirnos de nuevo”.

El relato de Saad Alahmad, de 33 años, natural de Deir Ezzor(noreste de Siria), es tan solo el de uno de los cientos de miles derefugiados sirios cuyas vidas han quedado destrozadas por cinco años de infame guerra civil. Una de las millones de víctimas anónimas atrapadas por la violencia sectaria, obligadas a huir de sus casas para sobrevivir, abandonándolo todo y perdiendo en el camino a algunos de seres queridos.

Aún así, Saad se considerado afortunado de poder contarlo: extorsionado para entrar en Turquía, logró cruzar en patera el Egeotras pagar 1.400 euros a los traficantes y desde Atenas recorrió toda la ruta de los Balcanes hasta Alemania. Su destino final,Barcelona, donde fue acogido providencialmente por una solidaria familia marroquí, después de varios días durmiendo al raso. Hoy vive, provisionalmente, en un piso social en Sabadell, compartido con otros solicitantes de asilo.

LA HUIDA DE DEIR EZZOR

La odisea de Alahmad empezó en mayo del 2015, cuando su familia decidió escapar del infierno de los bombardeos en Deir Ezzor, sitiada por las fuerzas del régimen. Su casa había sido bombardeada, y su madre había muerto por una bala perdida al salir a buscar comida. Aquello fue determinante. Juntaron sus ahorros, cerraron la tienda familiar y vendieron las joyas maternas para iniciar su huida hacia Turquía. “Teníamos mucho miedo de lo que pudiera pasar, pero no había más remedio que huir”, recuerda Saad. Su padre y su hermano mayor decidieron quedarse, y no supieron más de ellos. Tan solo que desaparecieron el día en que el Estado Islámico entró a sangre y fuego en la ciudad.

Su padre y su hermanomayor desaparecieron el día en que el Estado Islámico entró a sangre y fuego en la ciudad

Alahmad y sus seis hermanos (dos mujeres y cuatro hombres) viajaron de noche entre zonas de guerra durante 10 días hasta llegar a Turquía. Por el camino, los traficantes les obligaron a pagar 40.000 libras sirias (160 euros) por persona para poder alcanzar la frontera. Una vez allí, tras pasar la verja, siguieron hasta la ciudad de Orfa, a ocho horas en autobús, donde se instalaron en una pensión y luego alquilaron una casa.

TRAFICANTES EN ESMIRNA

Entre todos decidieron que Alahmad siguiera solo el viaje hacia Europa, no había dinero para más. En septiembre, explica, partió finalmente hacia Esmirna, frente a las costas de la isla griega de Quíos. “En la misma costa estaba lleno de traficantes esperando la llegada de refugiados. Me cobraron 1.400 euros por cruzar el Egeo en un pequeño bote hinchable de 6 metros. Éramos 30 personas, entre mujeres, niños y ancianos”, relata Saad, para quien el trayecto, de solo media hora, se hizo eterno. “Estábamos atiborrados y muertos de miedo. Íbamos todos cogidos de la mano, rezando por no hundirnos. Era un día gris y el mar estaba tranquilo, pero el bote era tan pequeño y estaba tan lleno que temíamos que se hundiera en cualquier momento”, recuerda.

Para Saad fue el momento más duro del soñado viaje a Europa. “Sinceramente, no creí que pudiera llegar. Sabíamos que había habido muchos naufragios, y tuvimos miedo durante todo el trayecto. Al pisar tierra firme, todos lloramos y dimos gracias a Dios”, confiesa. Días después compró un billete para embarcarse hacia Atenas y empezar allí un viaje sin pausa por los Balcanes. Día tras día, fue combinando trayectos en tren, durmiendo en estaciones y vagones, hasta llegar a Alemania. Por el camino presenció fugazmente los paisajes de Serbia, Hungría, Croacia y Austria. En la primera ciudad alemana le obligaron a bajar del tren y le preguntaron dónde quería ir: “Barcelona”, dijo. Le atraía la ciudad por el FC Barcelona y “había oído por otros sirios que la habían visitado en otra época que era una ciudad bonita y con mucho turismo”, explica.

Antes de llegar a la capital catalana estuvo a punto de derrumbarse, relata, cuando le pararon en la frontera francesa. Al final la policía le dejó proseguir el trayecto y llegó a la estación de Sants. La odisea había durado cinco meses, durante los cuales se gastó todo el dinero que llevaba encima: 2.700 euros. Solo le quedaban 20 euros, que los acabó en una comida. Sin dinero, durmió en la calle durante varios días, hasta que una familia marroquí, por una casualidad providencial, lo conoció y lo acogió en su casa.

En esta familia, asentada hace años en Granollers, conoció a Mariam El Amrani, de 27 años, con quien se ha prometido y espera casarse en junio. En Sabadell le han ayudado a tramitar la solicitud de asilo y recibe una mínima ayuda para manutención. Su deseo, ahora, es poder quedarse en España y reunir algún día a su familia instalada en Turquía. “Ya no tenemos familia en Siria, no pienso regresar nunca. Quiero el bien de mi mujer y de mis hijos y allá no tendrán ninguno. Su futuro está aquí”, concluye.