Los palestinos están hartos de la guerra y empiezan a mostrar su hastío por una situación que el anuncio de tregua no ha solucionado. Abú Ismail dice no recordar un solo día bueno en sus 28 años de vida. Un día que no estuviera marcado por la guerra, la muerte y la violencia. El domingo, la guardia presidencial de Al Fatá y milicianos de Hamás se enfrentaron junto a su casa, situada a dos manzanas de la residencia del presidente Mahmud Abbás en Gaza, en la batalla más cruenta que se recuerda entre las dos facciones. La única víctima fue una mujer inocente, su vecina de 19 años, que regresaba de la universidad cuando recibió un tiro en el cuello. "Al infierno con Hamás y Al Fatá, solo les interesa la lucha por el poder, se han olvidado del bienestar de la gente y del futuro de la causa palestina", clama este mecánico de cara pálida y ojos deprimidos.

La posición de Abú Ismail se empieza a generalizar. Tras el anuncio de la efímera tregua, las calles de Gaza recuperaron durante el día cierta calma y en los cruces de carreteras se redujo la presencia de milicianos armados. Pero se mantiene el paisaje de barricadas hechas de sacos terreros.

"La única salida es un gobierno de unidad nacional", señala un funcionario público, hastiado de los enfrentamientos.