Es lo que los analistas estadounidenses llaman un game changer , un factor inesperado que cambia la dinámica de la campaña electoral. Es lo que los conservadores confían que sea Sarah Palin, la joven gobernadora de Alaska a la que John McCain eligió inesperadamente como número dos y que se ha convertido en la atracción de la convención republicana que hoy empieza en Saint Paul (Minesota). Pasado el impacto de la primera noticia, la base conservadora se ha mostrado encantada con la elección de Palin (antiaborto, proarmas, defensora de reducciones fiscales), mientras que los demócratas intentan organizar una crítica con el argumento de que a Palin el partido que está en contra de la "discriminación positiva" la ha elegido única y exclusivamente por ser mujer.

Palin encaja como un guante en los objetivos de McCain tanto en la convención como en los dos meses que quedan para las elecciones. McCain debe navegar hasta las elecciones en unas aguas turbulentas y contradictorias. Por un lado, se enfrenta al hecho obvio de que, por coyuntura, este parece un año demócrata, a lo que se le une la gran popularidad de Obama. En este sentido, McCain quiere potenciar su reputación de radical libre del partido que en más de una ocasión se ha enfrentado al establishment de la formación en el Congreso por defender sus ideas. Es decir, debe presentarse como un republicano, aceptar el credo del partido, pero a la vez alejarse del legado de George Bush sin que se note demasiado, con el fin de conservar los votos de los suyos y arañar ajenos.

UN REFORMADOR Vinculado a ello, McCain prevé presentarse a sí mismo como un reformador en una campaña en la que los demócratas no solo se han apropiado de la palabra "cambio", sino que la han convertido en el motor de su estrategia. También se enfrenta el senador al reto de convencer a la base más conservadora del partido, sobre todo a los evangelistas que tan importantes fueron en la victoria de Bush en el 2004, que desconfían de la firmeza de las credenciales conservadoras del candidato en asuntos de valores. Y por último, McCain cuenta respecto a Obama con la desventaja de la edad.

En todos estos aspectos, Palin aporta enormes ventajas al tíquet presidencial, de ahí la satisfacción con la que ha sido recibida por los comentaristas y la blogosfera conservadora. Sus credenciales conservadoras son impecables; en Alaska se ha ganado la reputación de reformista y de francotiradora (y no solo por su afición a la caza); es una cara desconocida en la escena nacional y, por tanto, no contaminada por Washington ni vinculada a Bush; es joven, es mujer (con lo que McCain hace historia en el partido y ataca el caladero de desafectos votantes de Hillary Clinton) y su simple elección por encima de los favoritos del partido, como Mitt Romney, demuestra un talante independiente frente a los designios de la formación.

Tantas ventajas compensan las desventajas de Palin --sobre todo su inexperiencia en asuntos internacionales, a pesar de que ayer la esposa de McCain, Cindy, hablaba de ella como una experta en Rusia porque Alaska es el estado más cercano a este país-- y la convierten, al menos de entrada, en la estrella de una convención que necesita caras nuevas y encontrar la tecla adecuada no solo para atacar a Obama, sino para ofrecer una alternativa viable. Las encuestas hablaban ayer de una ventaja de ocho puntos de Obama como resultado de la convención demócrata. Estos cuatro días en Saint Paul son muy importantes para los republicanos.