Cada 30 segundos muere un estadounidense por covid-19. Cada cinco días, hay un millón de nuevos contagios. Los hospitales no dan abasto. El presidente está desaparecido. El Congreso lleva meses sin ponerse de acuerdo para aprobar un nuevo paquete de ayudas. La recuperación económica se atasca. Y lo peor está por llegar, según advierten las autoridades sanitarias. Ese sería el resumen telegráfico de la tragedia a cámara lenta que atenaza al país más rico del mundo, incapaz desde el comienzo de la pandemia de estar a la altura de las circunstancias. La tercera oleada del coronavirus está siendo la más destructiva en Estados Unidos, que esta misma semana ha batido todos sus récords negativos de infecciones, fallecidos y hospitalizaciones.

El cuadro es aterrador, particularmente si se tiene en cuenta la cercanía de la Navidad y que los números de esta semana no incluyen el impacto de las reuniones familiares de Acción de Gracias, una fiesta en que los estadounidenses ignoraron las recomendaciones de las autoridades y viajaron por carretera casi tanto como en 2019, según un análisis de Associated Press. Los desplazamientos aéreos, en cambio, se redujeron a la mitad. "Todavía no hemos visto el pico de Thanksgiving", ha dicho en una entrevista el epidemiólogo Anthony Fauci, principal asesor sanitario de la Casa Blanca. "Es preocupante porque si bien los números son ya alarmantes, probablemente aumentarán en cuanto pasen dos o tres semanas del Día de Acción de Gracias", celebrado este año el 26 de noviembre.

Trump desaparecido

Solo este jueves hubo 3.100 muertos, casi 400 más que en el pico de mayo; 213.000 nuevos contagios, y más de 100.000 hospitalizaciones, una cifra que ha dejado las ucis de numerosos centros sanitarios al borde de su capacidad. Enfermeras y médicos están exhaustos y desmoralizados, y el sistema de ambulancias roza el colapso, según ha advertido la patronal del gremio, sobrepasado por el aumento de los costes y la falta de personal. Nada de eso ha servido, sin embargo, para propiciar algún tipo de reacción desde la Casa Blanca. Donald Trump sigue obsesionado con el fraude inexiste en las elecciones, el único tema del que habla, todo un reflejo del egocentrismo malsano y la falta de empatía que ha marcado su presidencia. Sus días en cualquier caso están contados y el nuevo presidente electo se dispone a dar un golpe de timón en cuanto tome las riendas del país el próximo 20 de enero.

Joe Biden afirmó el jueves que durante los primeros 100 días de su presidencia impondrá el uso obligatorio de las mascarillas en todo el territorio bajo jurisdicción federal. "La mascarilla durante solo 100 días, no para siempre. 100 días. Y creo que veremos una reducción significativa", dijo en su primera entrevista desde que ganara las elecciones junto a la vicepresidenta electa, Kamala Harris. Biden también confirmó que mantendrá al doctor Fauci al frente del equipo de asesores sanitarios de la Casa Blanca, un Fauci que ha sido objeto constante de las críticas de Trump por sus llamamientos a tomar precauciones frente a la pandemia. A su lado tendrá a Vivek Murphy, quien fuera cirujano general de EEUU bajo la presidencia de Barack Obama.

Vuelta a las restricciones

Mucho más proactivos están siendo los estados, embarcados en una vuelta a las restricciones que marcaron la vida durante la pasada primavera. El gobernador de California, el primer estado en ordenar por entonces los confinamientos, ha anunciado que cerrará los parques infantiles, los gimnasios o las peluquerías en cuanto los hospitales alcancen el 85% de su capacidad. Los restaurantes solo podrán servir comida para llevar. "Si no actuamos ahora nuestro sistema hospitalario se saturará y las cifras de muertos seguirán creciendo", dijo el demócrata Gavin Newsom. Otros estados como Michigan y Delaware o ciudades como Filadelfia y Los Ángeles han reimpuesto restricciones similares.