El papa Juan Pablo II, convencido de que la guerra contra Irak puede evitarse, envió ayer a un embajador especial a la Casa Blanca con un mensaje personal destinado al presidente George Bush. El cardenal Pío Laghi, exnuncio de la Santa Sede en EEUU entre 1980 y 1990, será el encargado de transmitir a la Casa Blanca el no oficial a la guerra por parte de la Iglesia católica. Laghi "tendrá ocasión de ilustrar sobre la posición y las iniciativas emprendidas por la Santa Sede para contribuir al desarme y a la paz en Oriente Medio", afirmó el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls.

La misión de Laghi arrancó ayer con dificultades, inmersa en inquietantes incógnitas, afirmaciones y desmentidos. Ni siquiera el lenguaje diplomático logró suavizar el profundo desacuerdo que existe entre las posiciones del Vaticano y de la Casa Blanca sobre la crisis iraquí. La entrevista del cardenal con Bush, aún sin confirmar por la parte americana, es el último paso de una extraordinaria y hasta ahora inédita ofensiva de la diplomacia vaticana, que a todas luces no agrada en Washington.

En Roma, Laghi confirmó antes de partir que esperaba "ser recibido por Bush el próximo miércoles". Poco después, citando fuentes vaticanas, France Presse afirmó que si la misión del cardenal fracasaba, el Papa pediría a la ONU comparecer en persona en favor de la paz. Este extremo fue desmentido dos horas después por Navarro Valls.