El papa Benedicto XVI se fue ayer de Turquía con el trabajo bien hecho. Mostró su respeto al islam, abogó por la unidad de las iglesias, pidió que se tengan en cuenta los derechos de las minorías cristianas que viven en los países musulmanes y apostó por el ingreso de Turquía en la Unión Europea (UE).

En su último acto, celebrado ayer por la mañana en la catedral Espíritu Santo de Estambul, el Pontífice dejó claro, durante la homilía, que la Iglesia "no quiere imponer nada" y que lo único que pide es que la "dejen vivir libremente" para poder propagar, sin ningún tipo de restricciones, el mensaje de Cristo.

Un vez finalizada la misa, a la que asistió también el patriarca Bartolomeo I, primado de las iglesias ortodoxas, Benedicto XVI inauguró en el exterior del templo una estatua de su antecesor en el cargo, Juan Pablo II.