Definiéndose como "hijo de Alemania", el papa Benedicto XVI visitó ayer, durante la última jornada de su gira por Polonia, el campo de exterminio nazi de Auschwitz, el lugar donde murieron 1,5 millones de personas, en su mayoría judíos, durante la segunda guerra mundial.

El Pontífice entró en el recinto bajo el cartel donde puede leerse en alemán Arbeit macht frei (el trabajo os hará libres ). Con el semblante serio, oró y colocó una vela en el Muro de la Muerte, donde eran ejecutados los presos, y llegó a departir con 32 reclusos vestidos con bufandas blancas y azules, el color del uniforme de los presos.

"Hablar en este lugar donde se llevaron a cabo crímenes masivos sin precedentes contra Dios y el hombre es casi imposible, y es particularmente difícil y perturbador para un cristiano, para un Papa alemán", dijo.