El Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil, que alguna vez se consideró la fuerza de izquierda más grande y renovadora de Occidente, parecía encaminarse ayer hacia su inevitable atomización. Después de que unos 400 dirigentes, sindicalistas, legisladores e intelectuales decidieron abandonar la formación el lunes, otra diáspora comenzaba a incubarse en la agrupación que gobierna ese país en alianza con el centroderecha.

Los efectos de la crisis ya se han hecho notar: el PT dejó de ser el grupo parlamentario mayoritario, en un momento en el que se decide quién ocupará la presidencia de la Cámara. Pero la situación puede agravarse aún más si 21 diputados petistas se alejan de la agrupación en las próximas horas.

La convivencia de las diferentes corrientes internas del PT se tornó difícil cuando el presidente del país, Luiz Inácio Lula da Silva, le imprimió a su gestión una impronta que los disidentes consideraron poco acorde con los objetivos de la izquierda. Todo se volvió más complicado al estallar en mayo el escándalo de los sobornos parlamentarios que involucró al PT.