Los conservadores ya enseñan la patita de los recortes del gasto público. Lo ha hecho George Osborne y lo ha tenido que remachar el primer ministro, David Cameron, al ver que la dureza de las medidas anunciadas por el secretario del Tesoro había sembrado inquietud en sus filas y eran calificadas por el bastión del conservadurismo más rancio como es el Daily Telegraph de "la opción más brutal". Con la repetición del socorrido estribillo sobre las arcas vacías dejadas por 13 años de laborismo y sin apenas recordar la crisis global, los conservadores anuncian austeridad para todos, ricos y pobres. ¿Para todos? Bueno, no exactamente. A quien afectarán las medidas anunciadas por Osborne --la supresión de las ayudas por hijos y la reducción de los subsidios-- es a la clase media y a las familias más pobres.

La minimización del papel del Estado, la gran obsesión thatcherista y ahora el máximo empeño de Cameron con la aquiescencia del liberal Nick Clegg, está en marcha. Los recortes conllevan otro signo de demolición de uno de los principios que había sido un gran logro en 1946, el de la universalidad de las prestaciones sociales. Osborne ha enseñado la patita. Pero el día 20, cuando presente la revisión de los presupuestos, enseñará las garras. Entonces la tijera conservadora aparecerá en toda su magnitud. También aquel día se verá si el lobo se come a Caperucita Milliband o si este es capaz de mostrarle unos colmillos laboristas bien afilados.