Costó casi cuatro horas y media, malas caras y, probablemente, mucho sudor, pero lo consiguieron: los Estados Unidos y Turquía acordaron ayer el fin de la ofensiva turca contra las milicias kurdosirias de las YPG, a las que Ankara considera terroristas por sus vínculos con la guerrilla del PKK.

«Estoy orgulloso de informar que, gracias al fuerte liderazgo del presidente Trump, los EEUU y Turquía han acordado un alto el fuego en Siria —dijo el vicepresidente estadounidense, Mike Pence, tras la reunión con Erdogan en Ankara—. Turquía parará su operación y dará 120 horas a las YPG para que abandonen la frontera. Nuestra administración está en contacto con las YPG y hemos empezado a ayudarles a su repliegue lejos de la frontera. Mientras hablamos ya ha empezado».

El ministro de Exteriores turco, Mevlüt Çavusoglu, sin embargo, matizó: «Turquía suspende la operación. Esto no es un alto el fuego, ni significa que nuestros soldados se vayan de la zona». Exigió también que las YPG sean desarmadas.

En un primer comunicado tras el anuncio, las milicias kurdosirias, no obstante, aseguraron no aceptar el acuerdo. «Ya lo habíamos dicho antes. La propuesta de Turquía de entrar 30 kilómetros dentro de Siria está rechazada», dijo uno de sus portavoces.

Pence explicó que, cuando termine de verdad la ofensiva, si se ha cumplido en este plazo de 120 horas, los EEUU retirarán las sanciones que Trump impuso este lunes en contra del Ejecutivo de Erdogan. Dijo, además, que no las aplicará más. No está tan claro: ayer el Congreso estadounidense tramitó nuevas sanciones contra Turquía. Trump, no obstante, puede vetarlas.

PLAN DE PAZ / «Esto también incluye un compromiso de Turquia de no atacar Kobane —dijo Pence— y que Turquía se comprometa en un plan de paz y seguridad reales para la zona segura de la frontera, de 32 kilómetros». Justo lo que Erdogan deseaba.

Mientras tanto, en la frontera el alto el fuego se celebró, ironías de la vida, con disparos al aire. Los combates de horas antes, sin embargo, habían sido intensísimos. Las YPG capturaron algunos pueblos cerca de la ciudad de Ras al Ain, donde, en el centro, los combates se multiplicaron por minutos. Turquía y sus milicias afines, de hecho, rodearon las YPG en el interior de la ciudad.

Pero la lucha no solo fue allí. También en el sur de Tel Abiad, 120 kilómetros al oeste de Ras al Ain y, como esta ciudad, justo al lado sur de la frontera turco-siria. En el norte, en el hospital de Akçakale, el ir y venir de ambulancias hacia el hospital era constante. Con algunas, los soldados turcos que custodiaban el hospital apartaban a los curiosos y poco más. Con otras, todos corrían hacia ella nerviosos: por sus reacciones se podía entender que dentro del vehículo había un turco.

En otras partes de la frontera, sin embargo, la situación era mucho más calmada. Era el caso, por ejemplo, de Suruç, justo al otro lado de la ciudad siria de Kobane. Allí no hubo combates ni los habrá, porque, desde el miércoles, en la localidad hay soldados rusos: la bandera de Asad y la de Rusia ondean en su puesto fronterizo.

«Tengo conocidos en el otro lado, en Kobane. Bueno, aquí todo el mundo los tiene —dice Memed, kurdo de Suruç—. Y están relativamente contentos de que hayan llegado los rusos y Asad porque significa que no habrá guerra en Kobane y que Turquía no atacará».

«Allí nadie quiere a Asad. Es un asesino, pero en la situación que hay, si eso para la guerra y no muere más gente, pues no está mal», dice este joven.