Un visible escalofrío ha sacudido a los medios de comunicación y a las asociaciones de periodistas estadounidenses al contemplar como Judith Miller, reportera de The New York Times , ingresaba el miércoles en el Centro Penitenciario de Alexandria (Virginia) por negarse a revelar sus fuentes. "El uso de multas y amenazas de cárcel para forzar a los periodistas a revelar sus fuentes es propio de naciones represivas que quieren imponer su voluntad a los profesionales de la información", denunció Frank Smyth, del Comité de EEUU para la Protección de Periodistas.

Hubo periodistas que se echaron a la calle para exhibir su repulsa al encarcelamiento de Miller, como sus compañeros del Times neoyorquino, sus colegas del Star Tribune de Minneapolis y del Denver Post . Pero la reacción más generalizada fue exigir que se apruebe una ley federal que proteja en estos casos a los profesionales de la información.

Proyecto en el Congreso

"El Congreso tiene ante si un proyecto de ley patrocinado por los dos partidos, para proporcionar una defensa apropiada" a los periodistas y "es preciso que la materialice", declaró el jueves en su editorial The Washington Post . Este diario se cubrió de gloria precisamente porque sus reporteros Carl Bernstein y Bob Woodward nunca revelaron la identidad de su Garganta profunda , Mark Felt, en el escándalo del Watergate.

Otro tanto exigió también al Congreso The New York Times , que se declaró "orgulloso" de su periodista. "Espero que el Congreso apruebe una ley federal, de forma que otros periodistas no tengan que hacer frente a la cárcel por cumplir con su trabajo", subrayó el editor de The New York Times , Arthur Sulzberger Jr.

Miller ingresó en prisión sin escribir una sola línea relativa a la información facilitada por sus fuentes. Sólo indagó sobre Valerie Plame, cuya pertenencia a la CIA había sido desvelada como represalia a la oposición de su esposo, el exembajador Joseph Wilson, a la guerra de Irak.

El castigo de Miller, que durará hasta que hable o hasta octubre, está relacionado con la investigación del fiscal Patrick Fitzgerald, empeñado en saber quién destapó en el 2003 la identidad de la agente.

"Me pusieron cadenas en las muñecas y en los tobillos y me pregunté: Dios mío, ¿cómo he podido llegar a ésto?", explicó ya desde la cárcel la reportera. Miller fue citada a declarar ante un gran jurado, lo mismo que su colega Matthew Cooper, del semanario Time . A diferencia de Miller, que se negó a declarar, Cooper accedió el miércoles a hacerlo tras ser liberado del secreto por sus fuentes.

Pesimismo

El pesimismo cundía ayer entre los periodistas de EEUU. Este encarcelamiento "es como el espectro de la intervención gubernamental en la obtención de información, e influirá en cualquiera que se plantee hablar con un periodista", comentó Deanna Sands, presidenta de la Asociación de Directores de Periódicos de Prensa Asociada. "Seguirá habiendo historias basadas en fuentes anónimas, pero esto forzará a cada periodista a pensárselo dos veces a la hora de garantizar el secreto a sus fuentes, algo que tienen que hacer", añadió Brant Houston, director ejecutivo de Reporteros y Editores de Investigación. "En un clima de secretismo cada vez mayor, esto plantea el tema de si la gente debe conformarse con la versión oficial que da el Gobierno", concluyó la profesora de ética de la Universidad de Minnesota, Jane Kirtley.