No deja de ser significativo que el Ejército se haya convertido en la única institución capaz de unir a los libaneses y convencerles de que su país todavía tiene algún futuro. El Líbano despertó ayer sin presidente y tomado por los militares, una constante desde el miércoles.

Tanquetas en las esquinas, soldados armados, alambradas y bloques de hormigón protegiendo algunos edificios, esbozaban un paisaje de guerra en Beirut. De momento, solo un espejismo. Pero si la paz social se mantiene, nadie da un duro porque Gobierno y oposición sean capaces de acordar antes del día 30 para la elección de un nuevo presidente. "Si no lo han logrado en dos meses por qué van a conseguirlo ahora. Me temo que estamos al borde del enfrentamiento", declaró a este periódico el analista y profesor de la Universidad Americana de Beirut, Jalil Hasán. La misma desesperanza dominaba ayer las calles de Beirut.

CONTRA LA ALARMA Ante la incertidumbre reinante, el primer ministro, el suní Fuad Siniora, trató de disipar temores asegurando que no existen razones para la alarma. No habrá Estado de emergencia y el Gobierno asumirá temporalmente los poderes presidenciales tal y como establece la Constitución, afirmó Siniora, cuyas posiciones apoyan EEUU y sus aliados árabes. "No hay nada de lo que preocuparse --dijo-- nuestra preocupación sigue siendo completar la elección presidencial".

Pero su decisión constituye un desafío a la oposición prosiria, encabezada por Hizbulá, que amenazó la víspera con derrocar por la fuerza al Ejecutivo si asumía las competencias del presidente. También va en contra de las órdenes de exjefe del Estado, Emile Lahoud, que antes de abandonar el cargo el viernes encargó a los militares la seguridad del país. "Con esta decisión", afirma Hasán, "entregaba de facto la presidencia interina al jefe del Ejército, el general Michel Suleimán".

En la posición que adopten los militares reside una de las claves del rumbo que puede tomar el Líbano. Suleimán, cuyo nombre se ha barajado como uno de los candidatos presidenciables, declaró el viernes su disposición a colaborar con el Gobierno.

LA EQUIDISTANCIA "Es un hombre que trata de ser equidistante, sin tomar parte de ningún bando", explica el general retirado Elias Hanna, que lo conoce bien. El Ejército, donde trabajan codo a codo sunís, chiís y cristianos, se convierte en el garante del equilibrio. "Suleimán nunca aceptará actuar contra unos u otros, su misión ahora es mantener la calma para dar espacio a las negociaciones", afirma Hanna. El también ve muy lejana cualquier posibilidad de acuerdo antes del viernes.

Y es que en el Líbano colisionan dos modelos de país. Uno mira a Occidente y está dispuesto, si le dejan, a autorizar la presencia de bases militares estadounidenses en su territorio. Otro mira a Oriente, confía en el Corán, cree en una economía más socializante, desconfía de EEUU y está obsesionado con el militarismo porque piensa que solo las armas podrán salvarlo de Israel. En este último modelo no encaja Michel Aoun, por más que sus ansias de ser presidente le hayan llevado a aceptar este matrimonio de conveniencia.

De momento, los libaneses hacen vida normal como si los 20.000 soldados desplegados en Beirut fueran parte cotidiana del paisaje. Pero son conscientes de que el día en que estalle la actual guerra fría en Oriente Próximo lo pagarán muy caro.