Se había concebido como un baño de multitudes para relanzar la campaña del presidente de Estados Unidos y escenificar algo parecido al regreso de la normalidad, pero no funcionó. El primer mitin de Donald Trump en más de tres meses, celebrado en Tulsa (Oklahoma), estuvo marcado por una afluencia de público mucho más modesta de lo que es habitual, con un tercio de la grada vacía. La pantalla gigante instalada en el exterior para los miles de personas que teóricamente se iban a quedar fuera al rebasarse el aforo del recinto tuvo que desmantelarse. Y, para colmo, seis empleados de su equipo de campaña dieron positivo por covid-19, desatando la cólera de Trump al saber que se había informado a la prensa.

No son buenas noticias para un presidente que ha visto como se nublaban sus perspectivas de reelección en noviembre por su gestión del coronavirus y el parón económico. El desplome en las encuestas dispara la preocupación entre los republicanos, conscientes de que el país está muy lejos de haber dejado atrás la pandemia por más que se levanten los confinamientos. La campaña de Trump echó la culpa de la decepcionante entrada a los grupos de manifestantes en las inmediaciones, a los que acusó de haber bloqueado las entradas. El aforo máximo era de 19.000 personas.

Pero lo cierto es que la jornada transcurrió con mucha más armonía de la prevista y solo una persona fue arrestada antes del mitin. «La mayoría silenciosa es más fuerte que nunca», proclamó Trump. Sus casi dos horas de parlamento combinaron los habituales agravios contra los medios, los demócratas y los jueces, con el repaso a los logros de su primer mandato y larguísimos monólogos cómicos.

Trump apenas entró en el debate sobre el racismo que recorre el país. Ni siquiera mencionó a George Floyd. Sus pocas palabras al respecto fueron para apoyar a la policía y condenar el derrumbe de estatuas confederadas y de los artífices de la conquista de América. El dirigente anunció que propondrá una ley para encarcelar un año a quienes participen en este tipo de actos.

Trump acusó a Joe Biden, su rival demócrata, de ser «una marioneta indefensa de la extrema izquierda», aunque no parece haber dado todavía con la tecla que le permitió demonizar con éxito a Hillary Clinton en el 2016.

Más de 120.000 estadounidenses han muerto por la pandemia, pero Trump dijo que ha hecho un «trabajo fenomenal» al respecto. Incluso llegó a decir que quiere que se reduzca el número de tests, unas pruebas que su Administración ha utilizado para tratar de justificar el repunte de contagios. Poco después, la Casa Blanca trató de anticiparse a la tormenta asegurando que era una broma.