Corea del Norte mostró sus nuevos misiles que pueden ser eyectados desde submarinos en el desfile del militar del jueves para que los viera el mundo entero y, en particular, el inminente relevo en la Casa Blanca. Se desconoce cuánto mejora el nuevo ingenio, recibido por la prensa nacional como el más poderoso del mundo y otros ditirambos, al arsenal norcoreano. Ya contaba Pionyang con ellos y sobran fotografías de sus ensayos. El mayor tamaño de los últimos insinúan también un mayor alcance pero faltan pruebas para calcularlo. La teoría militar sienta que los proyectiles eyectados desde submarinos son más difíciles de detectar y que su capacidad de vuelo es inversamente proporcional a la distancia de las costas de los objetivos.

La inclusión del nuevo misil entre la conocida cacharrería subrayó el mensaje: Corea del Norte está de nuevo afanada en desarrollar su armamento militar tras las yermas negociaciones con el presidente saliente. Kim Jong-un exigió más brío para contrarrestar al que calificó como"nuestro mayor enemigo" la semana pasada. Es indiferente quién manda en Estados Unidos porque su verdadera naturaleza y sus políticas fundamentales hacia Corea del Norte nunca cambian", dijo el último eslabón de la dinastía Kim. Entre el arsenal anunciado figuran armas hipersónicas, misiles intercontinentales con combustible sólido, satélites espía y drones.

Sanciones vigentes

En la cúpula norcoreana se comprende la menguada paciencia tras haber fracasado su plan maestro. El país consiguió tras décadas de esfuerzos los ansiados misiles intercontinentales con teórica capacidad para alcanzar Estados Unidos coincidiendo con el inicio de la legislatura de Donald Trump y este, tras coquetear con la solución bélica, hubo de sentarse en la mesa en igualdad de condiciones. Dos cumbres presidenciales e innumerables negociaciones tras las bambalinas han llenado de fotos históricas la hemeroteca pero no han conseguido levantar ni una sola de las sanciones que estrangulan la economía norcoreana.

No es asunto menor para Kim Jong-un, que prometió mejorar las condiciones de vida de su pueblo y ha tenido que reconocer su fracaso en varias ocasiones. Corea del Norte ya comprendió tiempo atrás que a Trump le preocupaba más el teatro que la sustancia y esperó al nuevo inquilino de la Casa Blanca para retomar su estrategia.

El nuevo misil se entiende como un recordatorio y una petición a Joe Biden para que coloque a Corea del Norte en la carpeta de asuntos urgentes. La agenda interna para Biden es prioritaria, con el coronavirus y otros temas, y en la externa es evidente que China es más importante. El mensaje de Corea del Norte es que por el momento no necesitan ensayos nucleares ni lanzamientos de misiles, que pueden esperar, pero que tampoco quieren que se olviden de ellos, señala Ramón Pacheco, profesor de Relaciones Internacionales del Kings College de Londres y experto en Corea del Norte.

"Matón" y "perro rabioso"

Los precedentes no apoyan al optimismo norcoreano. Biden secundó durante la administración Obama aquella política que negaba la negociación con Pionyang por entenderla como un premio a sus desmanes. El futuro presidente llamó "matón" al líder norcoreano durante la campaña electoral y la prensa norcoreana le tildó de "perro rabioso". Pero los últimos movimientos del que será su equipo de analistas alumbra un horizonte con menos nubes. Nadie ha descartado las negociaciones, la política Obama se da por enterrada por inútil y no se mencionan las utópicas exigencias de un proceso de desnuclearización completo antes del levantamiento de las sanciones. Se pide el objetivo mucho más realista de que detenga su desarrollo nuclear como presupuesto negociador.

La cuestión es cuánto le durará la paciencia a Corea del Norte antes de retomar sus desmanes. Esperarán a que la Casa Blanca se pronuncie oficialmente sobre su política con Corea del Norte. Tendrá que hacerlo pronto, aunque sea con un par de líneas. Si Biden dice que revisará la pasada política, no esperará mucho. Si dice que quiere negociar, esperará, juzga Pacheco.