Al Gobierno británico le ha salido el tiro por la culata. El ministro de Defensa, Des Browne, fue acusado ayer de "negligencia en el cumplimiento de su deber" tras admitir que cometió un error al autorizar a los soldados detenidos en Irán a contar sus historias a la prensa a cambio de dinero. Mientras, suben de tono las críticas contra un episodio vergonzoso para el Ejecutivo laborista de Tony Blair.

Los testimonios eran la respuesta de Londres al alarde propagandístico mostrado por Irán durante su cautiverio y liberación. Defensa les dio permiso y animó a hacerlo, según sus familiares. Sin embargo, la decisión tiene el efecto contrario y causa sonrojo en la imagen internacional de los británicos.