Los servicios de seguridad rusos estrechan el cerco en torno a la heterogénea y debilitada oposición política a medida que se acercan las presidenciales de marzo del 2008. Mientras Putin proclama su pureza democrática, los registros, las detenciones y los interrogatorios se suceden. Desde julio del 2006, la legislación rusa pena el "extremismo" e incluye en este concepto la difamación de responsables políticos.

A la devastada oposición se le van sumando voces de prestigio. El último ha sido Vladimir Bukovski, cuya disidencia en la URSS le valió 12 años de cárcel, y que desde su exilio en Londres anunció su candidatura. Coincidiendo con ello, varios simpatizantes han pasado a figurar entre los "extremistas".