El grito de resistencia "no pasará" de la diplomacia rusa, en referencia a la resolución que se votará el próximo martes para autorizar la guerra contra Irak, presagia un sombrío futuro para la ONU y Occidente, que han quedado al borde del abismo, arrastrados por la política belicista del presidente norteamericano, George Bush.

"Está claro que la manera en que se resuelva este contencioso determinará no sólo el futuro de Irak", alertó el ministro ruso de Exteriores, Igor Ivanov, al Consejo de Seguridad. Y es que EEUU está dispuesto a enterrar la diplomacia y las relaciones internacionales del siglo XX para imponer, ahora sí, el verdadero nuevo orden internacional de la posguerra fría, en el que ejerza la supremacía incontestable.

EL NUEVO ORDEN MUNDIAL

Paradójicamente, tanto el frente de la paz, encabezado por Francia, Rusia y Alemania, como la alianza belicista, con España y Gran Bretaña de escuderos de Bush, coincidieron ayer en considerar cruciales estas jornadas en que el mundo asiste a la agonía de la diplomacia. Fue el presidente del Gobierno español, José María Aznar quien, tras confesar que no derramará "una lágrima por Sadam Husein" si estalla la guerra, insinuó en declaraciones al semanario alemán Der Spiegel que el mundo ya nunca será igual: "Estamos jugando con la supervivencia del sistema de relaciones internacionales forjado después de 1945. Si no funciona el Consejo de Seguridad, grupos de países van a unirse para defender sus intereses al margen de la legalidad internacional". En la ONU son conscientes de la revolución que se avecina: "La mayoría piensa que la decisión de ir a la guerra sin autorización del Consejo tendrá un impacto tremendo en el sistema multilateral y, en particular, en la estructura de la ONU", afirmó ayer un embajador europeo.

La obstinación del ministro de Exteriores francés, Dominique de Villepin, de defender contra viento y marea el a la paz procede no sólo de la injusticia o la falta de legitimidad de una guerra preventiva impuesta por Estados Unidos. El Elíseo asume cono clarividencia que lo que está en juego en el Consejo de Seguridad no sólo es la paz en Irak sino también cómo será el mundo en los próximos 30 años. "Rechazaremos, si llega, cualquier resolución que autorice la guerra", repetían ayer los hombres de confianza del presidente francés, Jacques Chirac.

Al jefe del Estado le gustaría medirse con Bush en la reunión del Consejo de Seguridad del martes, en la que se votará la resolución para desencadenar la guerra. Y así lo dieron a entender responsables de su entorno citados por Reuters: "Cuando se decide sobre la vida o la muerte, hay que hacerlo al más alto nivel de representación".

TAMBORES DE GUERRA

Casi asfixiado el clamor de los inspectores de la ONU para que se les concedan unos meses más, los tambores de guerra redoblaron desde ayer con mayor intensidad. El ultimátum propuesto por Gran Bretaña, cuyo primer ministro arañó apenas unos días al Pentágono para hacerlos valer ante un electorado que le ha dado la espalda porque no comprende su empecinamiento en ir a la batalla, no oculta, sin embargo, que las cartas están echadas. "El 17 de marzo marcará el fin de la ventana diplomática", sentenció un alto responsable de la Administración de Bush. Y como ya amenazó Gran Bretaña al presentar su propuesta el viernes: "Más allá de esa fecha habrá la acción militar", martilleó su embajador ante la ONU, Jeremy Greenstock.

Pese a ello, el frente de la paz y la alianza belicista se esfuerzan por sumar adeptos con vistas a la votación de la resolución auspiciada por Washington, Londres y Madrid. Pero esos escarceos diplomáticos --intensos contactos telefónicos desde la Casa Blanca y la gira urgente de De Villepin por Africa-- no esconden que la suerte está echada. Hace semanas que Bush dijo que sólo aceptaría una segunda resolución de la ONU si no alteraba sus planes militares. Y sus planes bélicos siguen adelante.

Poco importa que Irak haya destruido seis misiles Al Samud 2 más, que los inspectores vislumbren amagos de cooperación por parte de Bagdad o que el presidente iraquí clame por levantar un embargo --de más de 12 años de duración-- como recompensa por su voluntad de desarmarse.

ARGUMENTOS MANIDOS

La Casa Blanca hace oídos sordos a los llamamientos del enemigo y de los aliados que se le insubordinan, y repite argumentos manidos. "Sadam Husein aporta apoyo financiero, entrena y alberga a terroristas que se sentirían satisfechos de utilizar armas de destrucción masiva contra América", declaró ayer Bush.

En realidad, los debates del Consejo, la votación de la resolución estadounidense y la ridícula prórroga hasta el 17 de marzo se parecen cada vez más a una esperpéntica representación previa a una guerra que hace mucho que se decidió.