Mientras George Bush y Tony Blair advertían al mundo del peligro que representaba Sadam, entre sus más próximos colaboradores había serias dudas sobre el riesgo que entrañaban los arsenales iraquís. El secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, y su colega británico, Jack Straw, reconocieron en privado no estar convencidos de la fiabilidad de los documentos en su poder sobre las armas de destrucción masiva de Irak. Los dos hombres hablaron de sus mutuas reservas en una reunión secreta, cuyos detalles reveló ayer el diario británico The Guardian.

El encuentro de 10 minutos tuvo lugar en el Hotel Waldorf de Nueva York, poco antes de la reunión celebrada el 5 de febrero en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en la que EEUU y el Reino Unido pidieron que la ONU apoyará la intervención militar contra Irak.

The Guardian, citando una fuente diplomática que leyó la transcripción de lo hablado por Powell y Straw, asegura que el británico manifestó su "aprensión" por las valoraciones de los servicios secretos de EEUU y aludió a la "falta de pruebas" sobre lo dicho en los informes. Su colega estadounidense le respondió que esperaba que los hechos no les estallaran "en la cara".

La filtración aumenta las sospechas de que el equipo de Tony Blair exageró las pruebas contra Irak. Esta misma semana, un miembro de los servicios secretos británicos acusó al Gobierno de manipular un informe.