«Este es un momento verdaderamente histórico». La frase la pronunció una diplomática estadounidense durante una conversación de vecinos, pero sirve para resumir el sentir que se ha instalado en buena parte del país desde que el Congreso diera el primer paso para abrir un proceso de impeachment contra Donald Trump por sus presiones a Ucrania para que investigara a uno de sus rivales políticos. En 230 años de historia, solo tres presidentes se han enfrentado a un desafío semejante, la más drástica de las opciones que contempla la Constitución para forzar la destitución del comandante en jefe por «traición», «soborno» o «altos crímenes y faltas». El órdago demócrata ha introducido un elemento de consecuencias imprevisibles en la campaña presidencial del 2020 y ha acabado por dinamitar los pocos puentes que quedaban entre las dos Américas.

La amenaza del impeachment ha sido una constante durante el mandato del republicano, un presidente que ha pulverizado todos los estándares de lo que hasta ahora se consideraba aceptable. A menudo, bordeando la ilegalidad. El Congreso ha examinado sus conflictos de interés, los negocios familiares o los pagos para silenciar a dos mujeres con las que presuntamente mantuvo relaciones sexuales.

FRENAR LAS PESQUISAS / Se ha cuestionado su tendencia a mentir compulsivamente, con más de 12.000 falsedades pronunciadas desde que llegó a la Casa Blanca, según el recuento del The Washington Post. Y sobre todo se ha investigado si conspiró con Rusia para interferir en las elecciones del 2016 o si obstruyó más tarde a la justicia para frenar las pesquisas del fiscal Robert Mueller. Nada ha conseguido detenerle. Ni siquiera las dudas más que razonables sobre la obstrucción que dejaron los dos años de investigación de Mueller.

Pero como ha escrito el The New Yorker, el reality show de su presidencia, acaba de entrar en una nueva temporada. Y esta vez el presidente no controla los tiempos ni la narrativa porque todo se mueve a un ritmo trepidante. Han pasado solo siete días desde que la prensa publicara que la denuncia anónima que destapó el caso versaba sobre Trump y Ucrania. Dos días desde que los demócratas lanzaran la investigación de impeachment. Un día desde que se hiciera pública la transcripción parcial de la llamada entre Trump y el presidente ucraniano. Y solo unas horas desde que se publicara una copia redactada de la queja del whistleblower (confidente). Su identidad se desconoce, pero de acuerdo con el The New York Times la escribió un analista de la CIA asignado en la Casa Blanca. A diferencia del complicado embrollo de la trama rusa, esta vez los hechos tienen poco misterio. Como demuestra la propia transcripción de la Casa Blanca, Trump le pidió al presidente ucraniano Volodímir Zelenski que investigara al candidato demócrata Joe Biden y a su hijo Hunter por presunta corrupción y el fin aparente de dañar su campaña. Lo hizo después de haber bloqueado las ayudas militares a Ucrania, una prerrogativa que recae en el Congreso.

Y en la misión alistó al fiscal general y a su abogado personal, poniendo los recursos del Estado a disposición de sus intereses políticos personales, según la lectura demócrata.

DENUNCIAS / El remate final habría llegado cuando altos cargos de la Casa Blanca dieron instrucciones para encubrir el contenido de la llamada retirándola de los archivos, según la denuncia del whistleblower.

«Es una traición de la presidencia, que está haciendo tratos para influenciar las elecciones al ir contra uno de sus oponentes con la ayuda de un líder extranjero que depende de EE UU», ha dicho el número dos de los demócratas en la Cámara de Representantes, Steny Hoyer.

Su partido está jugando a la ruleta rusa, dado que la mayoría de la población estadounidenses se oponían hasta ahora al impeachment y que nada indica que suficientes republicanos vayan a darle la espalda a su líder si el juicio político acaba celebrándose en el Senado, una cámara que controlan.

sangre nueva / Pero tampoco hay duda de que los demócratas han dejado atrás su aversión al riesgo de las últimas décadas. Tanto por el impulso de la sangre nueva en sus filas como por las lecciones aprendidas del trumpismo. «Trump les ha enseñado que el descaro funciona», ha escrito el periodista Peter Beinart en The Atlantic.

Esta vez no quieren repetir los errores que se cometieron en la trama rusa. Quieren actuar rápido y centrar el impeachment exclusivamente en el episodio de Ucrania, fácil de entender para el gran público, por más que seis comités del Congreso sigan investigando otras potenciales irregularidades.

«El consenso en nuestras filas es que debemos concentrarnos en estas alegaciones», ha dicho la demócrata Nancy Pelosi. Como próximo paso, el Comité Judicial al frente la investigación tendrá que presentar los «Artículos de Impeachment», que vienen a ser como los cargos de los que se acusa al presidente.