Aquel presidente joven, dinámico y fotogénico que se estrenó asistiendo a una proyección de Espartaco , del izquierdista Stanley Kubrick, supuso una corriente de aire fresco para Washington. Sucedía John F. Kennedy a un anciano general, cuya imagen de venerable guerrero republicano, canoso y puritano, evocaba una figura patriarcal. Al padre declinante le sucedía en 1961 la generación de los hijos que soñaban con la Nueva Frontera (New Frontier), que sería precisamente el lema de su presidencia. Su hermano Bob, ahora resucitado en las pantallas cinematográficas, sería su mano derecha en su intento de modernizar el país, de borrar barreras raciales e inyectar apoyo económico en guetos.

Kennedy comparecía ante la opinión pública como un joven presidente reformista, vital, keynesiano y con vínculos de amistad con la colonia de Ho- llywood, vínculos especialmente estrechos con la deslumbrante Marilyn Monroe. Su relación, más susurrada que exhibida en escaparates mediáticos, aportó un inesperada sinergia carismática al joven presidente, que le convertía en objeto de deseo sexual.

Se iniciaban por entonces los que serían llamados los felices 60, los años del hedonismo, del pop art , de los grandes conciertos de rock, de la minifalda, de los hippies, del amor libre, de la contracultura underground y de la marihuana. Fueron los años del derecho a soñar despiertos, incluso a quienes vivíamos agobiados por la dictadura de Franco: Joan Manuel Serrat declararía luego que fueron el rato de recreo en el gran colegio franquista tutelado por los curas. Pero en América fueron los años de la gran fiesta, con una nueva corte ilustrada de Camelot instalada en la Casa Blanca, y con su protocolo preservado por la princesa Jacqueline, de sangre francesa.

De aquella presidencia se ha recordado lo bueno más que lo malo. Se ha puesto en sordina que fue Kennedy quien envió los primeros asesores militares a Vietnam y que fueron años de prosperidad para la mafia, con enlaces que pasaban por Las Vegas y Hollywood. Pero fueron también los años en los que en Estados Unidos se cancelaron definitivamente las listas negras heredadas del maccarthismo, a la vez que se tendían nuevos puentes con las comunidades afroamericanas y latinas. Y el asesinato del presidente hizo el resto.