Mucha retórica y poco palo para acelerar el proceso de paz. Tras siete años de ausencia en Oriente Próximo, el presidente de Estados Unidos, George Bush, se limitó a pedir ayer en Jerusalén al jefe del Gobierno israelí, Ehud Olmert, que desmantele las colonias salvajes de Cisjordania, un compromiso ya adoptado en la cumbre de Annápolis y todavía pendiente de materializarse. Más relevante es todo aquello que no dijo y que los palestinos deseaban escuchar.

No hubo mención a la expansión de los asentamientos ni a las continuas operaciones militares en Cisjordania que, según el Gobierno de Ramala, dinamitan sus esfuerzos para hacerse con el control de la seguridad en la zona. Tanto es así que un ministro palestino recalcó desde Croacia que si siguen creciendo las colonias, "no tiene ninguna lógica seguir con las negociaciones de paz". A su llegada a Tel-Aviv, desde donde voló en helicóptero a Jerusalén, Bush volvió a desplegar su grandilocuente optimismo: "Estamos ante una nueva oportunidad para la paz en Tierra Santa y la libertad en toda la región". Pero él mismo pareció contradecirse, tras reunirse durante dos horas con Olmert. "No puede haber un Estado palestino mientras no haya un Gobierno capaz de detener los ataques de los terroristas sobre el sur de Israel", dijo en referencia a Hamás y los cohetes Qasam lanzados desde Gaza. Unos Qasams que ayer volvieron a llover sobre Israel, horas antes de que unos 20.000 palestinos protestaran en Gaza contra la visita de Bush.

GESTO HACIA SU HUESPED El mandatario sí tuvo un gesto para sus huéspedes israelís al afirmar que es necesario garantizar la seguridad de Israel "como Estado judío". Olmert dijo que no habrá paz si no se frena el terrorismo y apuntó que Israel se toma "muy en serio" la negociación sobre las fronteras, Jerusalén y los refugiados.