El martes por la tarde Mitch McConnell reunió a todos los senadores republicanos en su despacho del Capitolio para decirles que no tenían los votos suficientes para bloquear la comparecencia de testigos durante el juicio contra Donald Trump. La noticia no tardó en filtrarse a la prensa, como había previsto su instigador, y un escalofrío de ansiedad recorrió la bancada conservadora, reacia a prolongar el proceso contra el presidente. A la postre no fue más que una estratagema, según publicó Axios, una jugada maestra del viejo zorro de Kentucky para aumentar la presión sobre los pocos republicanos todavía dispuestos a darle al impeachment el barniz de un juicio justo.

Ahora todo parece indicar que la estrategia funcionó. El proceso podría acabar esta semana sin la comparecencia de un solo testigo ni la entrega de un solo documento por parte de la Administración relativo a las controvertidas gestiones de Trump en Ucrania para forzar una investigación contra sus rivales políticos. «El objetivo es acabar con esto mañana por la noche», afirmó ayer John Barrasso, el número tres de los republicanos en el Senado. Antes tendrá que votarse respecto a los testigos, empezando por el exasesor de Seguridad Nacional, John Bolton, que habría confirmado en un libro de memorias aún por publicarse la principal acusación. Entre los demócratas cunde el desánimo. «No te pueden absolver si no tienes un juicio justo», dijo Nancy Pelosi.

En la Cámara Alta continúan las preguntas y la indignación demócrata por los argumentos del abogado Alan Dershowitz en defensa de Trump. Este afirmó que no se puede apartar a un presidente por pedir favores políticos a un país extranjero si considera que su reelección responde al interés nacional, todo un manto de inmunidad que ni siquiera niega los hechos.