Armin Cruz, un tejano de 24 años, se convirtió ayer en el primer miembro de una unidad de espionaje del Ejército de Estados Unidos condenado por las torturas de Abú Graib, un escándalo en el que los altos mandos del Pentágono son sospechosos pero intocables. Tras declararse culpable de conspiración y maltrato de prisioneros, un tribunal militar degradó a Cruz a soldado raso, le reprimió por "mala conducta" y le condenó a ocho meses de cárcel, tras los que podrá reincorporase al Ejército.

Cruz reconoció que forzó a prisioneros a desnudarse, los esposó y les obligó a arrastrarse por el suelo y a simular que mantenían relaciones sexuales. Admitió ser consciente de que estaba cometiendo abusos y que lo hizo porque asociaba a esos detenidos con los iraquís que mataron a dos miembros de su compañía, y porque la policía militar le había dicho que eran sospechosos de violación. Como miembro del batallón 325 de Inteligencia Militar, Cruz estaba asignado a ayudar en los interrogatorios. Pero el informe presentado el mes pasado por el general George Fay asegura que los prisioneros "no eran de interés en asuntos de inteligencia".

ACUERDO PARA TESTIFICAR Cruz ha alcanzado un acuerdo para testificar contra otros miembros de su unidad a cambio de inmunidad. Su condena es la confirmación de que la justicia militar se está concentrando en la base del Ejército al buscar responsabilidades por las torturas. Los soldados acusados, sin embargo, aseguran que fueron los mandos de sus unidades quienes animaron o permitieron los abusos. Estas acusaciones las ratifica la investigación interna encabezada por Fay, que concluyó que los interrogadores de las unidades de espionaje pidieron a la policía militar que usara tácticas duras y a veces ilegales.

El departamento de Defensa, dirigido por Donald Rumsfeld, se ha mostrado feroz al defender a sus mandos y ayer reiteró esa actitud cuando el servicio de relaciones con los medios del Pentágono atacó el libro aún sin editar de Seymor Hersh, el periodista de The New Yorker que en dos artículos implicó a altos mandos en las torturas.

En un comunicado, el Pentágono habla de "numerosas acusaciones infundadas" e "inexactitudes", y desprecia la labor de Hersh por basarse en "fuentes anónimas". "Si cualquiera de las fuentes del señor Hersh quiere ofrecer pruebas que impliquen a altos mandos el Departamento les da la bienvenida --se dice--. Investigaremos sus acusaciones sin prejuicios ni dudas".