"¿Qué piensan que ocurrirá cuando él ya no esté?". Corría 1988 cuando un grupo de estudiantes de la Escuela de Cine de San Antonio de Los Baños, financiada por Gabriel García Márquez, salió a las calles para formular esa pregunta sin respuesta a los habaneros. "Este-", "Bueno-", "Si, claro, ejem-". Nadie estaba preparado para enfrentarse al enigma. El silencio de los interrogados, las evasivas, tenían, sin embargo, un enorme y revulsivo significado. Así lo entendieron las autoridades, que rápidamente consideraron problemático el documental. Conjeturar acerca de una Cuba sin Fidel Castro era algo que, 18 años atrás, ni siquiera podía ser planteado en términos biológicos.

Castro entró a La Habana en los primeros días de 1959. En una entrevista al semanario Bohemia aseguró que abandonaría las más altas responsabilidades de la revolución apenas sus barbas anunciasen las primeras canas. Las cosas sucedieron de otra manera: Fidel siempre estuvo en el poder y su vida privada --las casas secretas diseminadas a lo largo y ancho de la isla, sus aficiones, habilidades, amores y odios-- fue desde muy temprano objeto de celoso escrutinio y fuente de leyendas. Pero el cuerpo de Fidel era, además, un hecho político: el blanco de los atentados, la misma materialización del Estado. Por eso hablar de su salud siempre fue un tema más problemático. Ninguna alusión pública era posible al menos que partiera de su propia boca.

A medida de que las barbas de Castro se fueron poblando de blanco, el tema de su sucesión se impuso con la fuerza inexorable que imprime el tiempo. Dos incidentes, en los últimos años, acentuaron el dramatismo de aquella pregunta sobre el día después que en 1988 apenas buscaba la provocación. En junio del 2001, Castro le hablaba en La Habana a la multitud cuando, a la vista de todos, cayó al suelo desvanecido. Horas después, compareció en un estudio de televisión y bromeó comentando: "fue un ensayo. Me hice el muerto, para ver qué entierro me hacían".

El 20 de octubre de 2004, después de otro acto, en la provincia de Santa Clara, se resbaló y al chocar contra el suelo sufrió múltiples fracturas en una pierna. "Les pido perdón por haberme caído", dijo a los cubanos. Pero volvió a levantarse con la promesa bíblica de emular a Matusalén en su longevidad.

En cama por un mosquito

Antes, en el 2002, Castro salió al paso de los insistentes rumores sobre su salud, debidos a su ausencia en actos públicos, y explicó con detalle los efectos de una picadura de insecto que le provocó una linfangitis en la pierna izquierda. La dolencia le obligó a guardar reposo por lo que, por primera vez, y por culpa del mosquito, Castro no pudo asistir a la sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP, el parlamento) y su lugar fue ocupado por su hermano Raúl.

Castro acaba de padecer una "crisis intestinal aguda con hemorragia sostenida" en unos momentos en los que, otra vez, se habla con insistencia sobre quiénes serán sus herederos. Su salud, "que ha resistido todas las pruebas", no pudo esta vez con el estrés, según se comunicó al país antes de que el comandante fuera intervenido quirúrgicamente. Cuba se estaba preparando para los actos de celebración de su 80º cumpleaños. Postrado, Castro pidió que el aniversario de su cumpleaños, "que tan generosamente miles de personalidades acordaron celebrar el próximo 13 de agosto" se posponga hasta el próximo 2 de diciembre, con la esperanza de estar recuperado para festejar, asimismo, el aniversario del desembarco del Granma , el yate con el que hace medio siglo nació la leyenda.