Isabel II está dispuesta a llamar una vez más al orden al príncipe Carlos. La soberana no quiere más juicios, que sólo sirven para arruinar la imagen de la monarquía. La advertencia se produce después de que un nuevo proceso público reabriera esta semana el debate sobre el papel que el heredero de la corona se quiere atribuir.

La prensa corona a Carlos con el título de "El príncipe disidente". El apodo no se debe al ingenio periodístico, sino a una declaración del propio interesado. Lo reveló Mark Bolland, que fue su secretario personal entre 1996 y el 2002, ante el Tribunal Superior de Londres. Bolland explicó que su antiguo patrono se ve a sí mismo como un "disidente", cuya misión es trabajar contra la opinión política imperante. ¿Pero es ése el papel del futuro rey; torpedear al Gobierno cuando la neutralidad política es una imposición institucional más allá de toda discusión?

"Niño vanidoso"

"Cree ser un Mandela o un Dalai-lama, es penoso", afirmó la veterana periodista Janet Street-Porter, quien en el diario The Independent describió el jueves al príncipe como un "niñato vanidoso" y "un tipo pobremente educado, no muy inteligente, que nunca ha trabajado un día entero en su vida".

La tormenta la desató el propio Carlos, como autor de un diario de sus viajes oficiales, trufado de comentarios beligerantes sobre personalidades nacionales y extranjeras. Algunas de esas anotaciones sobre la devolución en 1997 de Hong Kong, la hasta entonces colonia británica, a las autoridades de Pekín, llegaron el pasado noviembre al dominical The Mail on Sunday .

Carlos describió a los responsables chinos como "horrendas figuras de cera", el discurso del presidente Jiang Zemin como "propaganda" y el traspaso de poderes como un acto de "espantoso estilo soviético".

Recurso a la justicia

La filtración del diario apuntó a Bolland, el antiguo secretario y artífice de la transformación de la odiosa amante que para los británicos fue Camila en una duquesa de Cornualles medianamente aceptable. A pesar de humillantes experiencias anteriores, el príncipe decidió recurrir a los tribunales para impedir que nuevas páginas de sus reflexiones vieran la luz pública.

Así dijo defender su derecho a proteger documentos privados. Lo cierto es que el propio Carlos se encargó de distribuir copias de su diario entre medio centenar de amigos, políticos y actores. Tal insensatez llevó al presentador Jon Snow a abrir el miércoles su prestigioso informativo, Channel 4 News, preguntándose sobre "la locura del príncipe Carlos" y su capacidad para portar en el futuro las responsabilidades del trono.

En lugar de impedir nuevas revelaciones, los tres días de proceso sólo sirvieron para acceder a nuevos detalles sobre las opiniones de Carlos. A su juicio, Tony Blair y la actual clase dirigente "sólo toman decisiones basadas en los estudios de mercado y en documentos preparados por asesores y funcionarios, que no tienen experiencia de aquello que deciden".

De Blair y su esposa, Cherie, dijo que siempre tienen "tanta prisa, que nunca realmente aprenden nada". El príncipe mostró, en cambio, cierta simpatía hacia el primer ministro, "una persona con la que da gusto hablar, quizá en cierta medida porque es más joven".

Con el gesto impasible que pone en estas circunstancias, Blair respondió, cuando le preguntaron, que el príncipe de Gales "tiene todo el derecho a expresar sus puntos de vista". "No creo que nunca haya causado ningún problema a los ministros. Nunca me ha parecido alguien difícil", añadió muy diplomáticamente.

Es difícil creer en sus palabras cuando se sabe que Carlos bombardea con cartas de queja y con propuestas a los responsables gubernamentales. Sea cual sea la sentencia en el actual litigio contra The Mail on Sunday , la reina exigió que se zanje el asunto en privado. Un nuevo proceso es un riesgo insensato para la Corona y el heredero disidente.