La turbulenta presidencia de Donald Trump ha entrado en el territorio de la infamia. La Cámara de Representantes se disponía a formalizar anoche el impeachment del republicano, que se convertirá casi con toda seguridad en el tercer presidente juzgado políticamente por el Congreso de Estados Unidos en más de dos siglos de historia. Al cierre de esta edición, los demócratas contaban con los apoyos necesarios para imponer su mayoría en la Cámara baja y refrendar los dos cargos imputados al presidente por sus manejos en Ucrania y sus esfuerzos para torpedear la subsiguiente investigación parlamentaria. Pero la sesión también sirvió para confirmar que este es el impeachment más partidista de los ensayados hasta ahora, todo un reflejo de la polarización social que reflejan las encuestas.

El país está partido en dos mitades casi idénticas cuando se pregunta a los estadounidenses si Trump debería ser apartado del cargo por su conducta, una aritmética que ha ayudado a los legisladores a atrincherarse en sus respectivos parapetos. De poco han servido los casi tres meses de investigación y testimonios en el Congreso. Las encuestas apenas han variado, como tampoco lo han hecho las posturas de demócratas y republicanos, como quedó patente en la maratoniana sesión de este miércoles. Por caprichos de la historia, se celebró solo un día después de que Bill Clinton recibiera el mismo castigo hace 21 años. «Es trágico que las acciones temerarias del presidente hayan hecho del impeachment algo necesario», dijo la líder de los demócratas, Nancy Pelosi, al abrir el debate. «No nos ha dejado otra opción».

Amenaza para la democracia / El debate fue tan áspero como se esperaba, hiperbólico por momentos y con frecuentes citas a los padres de la Constitución, a los que se invocó selectivamente en función de los intereses de cada partido. Los demócratas presentaron a Trump como «una amenaza para la democracia» e insistieron en que los hechos que respaldan los cargos «son irrefutables». Por un lado, el «abuso de poder», en el que habría incurrido al congelar la ayuda militar a Ucrania aprobada por el Congreso para obligar a sus autoridades a investigar al demócrata Joe Biden y una desacreditada teoría sobre la supuesta injerencia ucraniana en las elecciones del 2016. Por otro, la «obstrucción al Congreso», materializada en el rechazo de la Casa Blanca a entregar documentos o permitir que testificasen los altos cargos de la Administración ante los investigadores parlamentarios.

«Trump puso sus intereses personales y políticos por encima de nuestra seguridad nacional, la integridad de nuestras elecciones y los intereses de nuestra nación», dijo Jerry Nadler. Su partido insistió una y otra vez que «nadie está por encima de la ley» y que la invitación a Ucrania para que interfiriese en la campaña estadounidense es parte de un patrón repetido con las ofertas del presidente a Rusia y China.

Farsa política / Trump no asistió a la sesión en la Cámara de Representantes. Sus portavoces aseguraron que mantuvo una agenda de trabajo intensa durante toda la jornada, pero los cierto es que se pasó el día tuiteando frenéticamente. «Esto es un asalto contra América, un asalto contra el Partido Republicano», dijo en uno de los tuits. Su vicepresidente, Mike Pence, lo describió como una «vergüenza». Ambos estuvieron bien defendidos en el hemiciclo por sus correligionarios conservadores, que han cerrado filas durante todo el proceso en torno a su líder.

Los republicanos presentaron el impeachment como una «farsa» políticamente motivada, la culminación de tres años de acoso y derribo demócrata para revertir el resultado electoral del 2016. Tras las seis horas de debate y las numerosas mociones republicanas para retrasarlo, el pleno de la Cámara debía votar para trasladar el proceso al Senado, donde se necesitan dos tercios de los votos para que Trump sea destituido. Los conservadores tienen allí la mayoría, de modo que, a menos que todo cambie radicalmente, Trump será absuelto a principios del 2020.