Aunque son muy parecidas, entre las bombas de fragmentación y las conocidas como bombas de racimo hay algunas diferencias. Pero lo más importante es que ambas armas están prohibidas por las convenciones de Ginebra. En el primer caso, los países que defienden su utilización --como Israel y Estados Unidos--, afirman que estas armas son necesarias para poder atacar búnqueres subterráneos. Hasta ahora, Bélgica es el único país que ha prohibido la fabricación de ambos tipos de bombas.