Entre pancartas y música, decenas de miles de manifestantes marcharon ayer pacíficamente por el corazón de Londres en protesta por la visita de Donald Trump, manifestación bautizada como carnaval de la resistencia. Fue un breve recorrido desde la plaza de Trafalgar al Parlamento de Westminster, que pasaba muy cerca de donde el mandatario americano departía con la primera ministra, Theresa May.

En el punto de partida, junto a la estatua de Nelson, un gran muñeco infantil, caricatura de Trump, permanecía sentado con los pantalones bajados sobre un orinal mientras sostenía un móvil en la mano. «Es lo que hace continuamente, ciscarse en el mundo entero y tuitear», explicaba uno de los participantes.

Frente al Parlamento, el destino final, se elevaba al cielo el globo de baby Trump, el bebé inflable con el presidente en pañales que tanto éxito tuvo el pasado año, durante la anterior visita de Trump. Una institución tan seria como el museo de Londres ha pedido poder adquirirlo para la colección sobre la historia de las manifestaciones en la ciudad.

Ni Obama, ni Kennedy

Los británicos no quieren a Trump. Su popularidad es del 21% en comparación con el 72% de su antecesor, Barack Obama, según el sondeo de You Gov. Y ni comparación tiene el rechazo con el desbordado entusiasmo en las calles de Londres durante la visita de los Kennedy a principio de los 60, algo histórico. Ahora el presidente no es bienvenido y es acusado de «racismo», «misoginia», «homofobia» y de estar «matando el planeta» al ignorar el cambio climático.

Desde una tribuna improvisada, el líder laborista, Jeremy Corbyn, condenó los insultos de Trump contra el alcalde de Londres, Sadiq Khan. «Estoy orgulloso de que Londres tenga un alcalde musulmán», dijo haciendo una defensa de la sanidad pública, amenazada por el futuro acuerdo comercial con EEUU.

La credibilidad de Corbyn sufrió sin embargo un golpe cuando Trump reveló que el líder laborista le ha pedido una entrevista. «Quería que nos reuniéramos y le dije que no». Trump describió a Corbyn como «una fuerza negativa». La intervención del jefe de la oposición en la protesta contra el principal aliado del Reino Unido provocó división de opiniones. Para unos, Corbyn había sellado su suerte y nunca podrá convertirse en el primer ministro. ¿Cómo imaginarle negociando con Washington? Los militantes laboristas, en cambio, le aplaudieron.

Trump no iba a dejar que los manifestantes empañaran su viaje y negó que hubiera protestas contra él. «Es fake news», declaró en la conferencia de prensa junto a May. Hay, en cambio, agregó, «miles de personas aclamándome en las calles».