El primer secretario del Partido Socialista (PS), François Hollande, realizó ayer una inédita autocrítica al citar, uno por uno, los fallos que han llevado a la formación a perder las presidenciales frente a Nicolas Sarkozy. Pero ni los pesos pesados --conocidos como tenores o elefantes --, ni la excandidata Ségolène Royal, ni los llamados renovadores estaban ahí, en la clausura de la Universidad de Verano de La Rochelle, para escuchar a quien ha llevado el timón del partido en los últimos diez años. La imagen de crisis de identidad y de liderazgo no podía ser más rotunda.

Siempre utilizando el plural y hablando en nombre del partido, Hollande puso ayer nombre y apellidos al fracaso electoral. "No hay nada nítido, claro, legible", reconoció en relación al mensaje del PS. "Estamos en una perpetua mala conciencia, en el equilibrismo, en la indefinición, en las fórmulas utópicas, que a menudo buscan un compromiso piadoso con la realidad", sentenció el dirigente socialista.

El primer secretario lamentó también las divisiones internas, a su juicio, muchas veces "artificiales", en la medida en que son más personales que ideológicas. "Hay que poner fin a esto. Si no, nunca derrotaremos a la derecha", advirtió en una alusión implícita al terreno arrebatado por Sarkozy con su política de fichajes socialistas. Justamente no haber puesto coto a esta situación y haber dedicado sus esfuerzos a buscar componendas entre las distintas corrientes es lo que le reprochan algunos dirigentes, sobre todo los llamados leones .

MOVER FICHA Estos dirigentes, como los exjospinistas Manuel Valls y Gaëtan Gorce, y el antiguo lugarteniente de Royal, Arnaud Montebourg, ausentes en La Rochelle, se presentan como los auténticos renovadores y han empezado a mover ficha ante la sucesión de Hollande, que dejará el cargo en el congreso de la primavera del 2008. Los leones también quieren pasar la página del liderazgo de Royal pese a que esta ha dado a entender que aspira a controlar el partido.

Las únicas primeras figuras presentes en la sala eran el alcalde de París, Bertrand Delanoë, y el exprimer ministro Michel Rocard, fichaje socialista de Sarkozy para una comisión.

El mensaje estaba claro: el primer secretario no solo tiene un pie fuera del partido, sino que carece de la autoridad y el ascendente necesarios para marcar el rumbo. Pese a ello, Hollande lanzó un "cambio de método" que ponga el acento en las convergencias y la elaboración de una nueva "declaración de principios", que los militantes deberán votar en el congreso.