La página late casi imperceptible en internet. Bajo el título Delincuentes ejecutados , escrito en discretas letras rojas, una tabla con 441 filas, otros tantos nombres y, asociados a la inmensa mayoría de ellos, un enlace con dos palabras: Ultima declaración . A solo un click, gracias al Departamento de Justicia Criminal de Texas, el billete a un viaje sin retorno, otro empujón a la puerta siempre abierta al debate sobre la pena capital en Estados Unidos.

¿Qué se dice justo antes de recibir la inyección letal? Hay quien decide callar, y lo han hecho varias decenas de los 441 reos ejecutados en el estado desde 1982, como Lawrence Lee Buxton, ajusticiado en febrero de 1991 por el asesinato de un tendero, que se despidió con un "estoy listo". Pero otros hablan. Y sus declaraciones están salpicadas de confesiones y alegaciones de inocencia, de peticiones de perdón y abundantes referencias religiosas, de resignación o de últimos estertores de rebelión.

"¿Funciona el micro?", preguntó el pasado 10 de febrero Dale Deavon Scheanette, condenado por la agresión sexual y el asesinato de una chica de 22 años. "No hay casos libres de errores. Puede proceder, carcelero". Siete años antes, Napoleon Beazley admitió el asesinato de un hombre para robarle un coche, pero clamó contra la pena capital. "Esta noche le decimos al mundo que no hay segundas oportunidades a los ojos de la justicia", declaró. "Esta noche decimos a nuestros niños que, en algunos casos, matar está bien. La gente que apoya este procedimiento piensa que es justicia. La gente que piensa que yo debería vivir piensa que eso es justicia. ¿Quién se equivoca si somos todos víctimas? Nadie gana esta noche. Nadie sale victorioso".

No faltan insultos, como los que cerraron en el 2004 la declaración de Cameron Todd Willingham, ejecutado por matar a sus tres hijos en un incendio, y que se declaró "un hombre inocente". O como los de Kelsey Patterson, ejecutado en el 2004. "¿Declarar qué? No soy culpable", clamó. "Quédense mi dinero, dénme mis derechos. Devuélvanme mi vida".

En una lista donde predominan los ejecutados de raza blanca, seguidos por los negros y por siete decenas de hispanos, varias de las alocuciones están teñidas de denuncias sobre discriminación racial. Como la de Gary Graham, cuya ejecución intentaron frenar personajes como Bianca Jagger, y que cerró su declaración así: "Seguid adelante, gente negra. Me están matando esta noche. Me están asesinando".

O la de Henry Porter, un hispano de 43 años ejecutado en 1985 por el asesinato de un policía. "Una vida mexicana no vale nada", aseguró. "Cuando un policía mata a alguien le dan libertad condicional o suspenden su sentencia. Cuando un mexicano mata alguien esto es lo que te dan. Me llaman asesino de sangre fría. Yo no ato a nadie a una camilla. No pongo veneno en las venas de nadie tras una puerta cerrada. A esto le llaman justicia".

Recorrer todas las declaraciones es una lectura intensa, que deja tristes retratos del corredor de la muerte, como el de Johny Johnson --"está lleno de corazones asilados y mentes reprimidas"--, y pone de forma cruda ante la realidad de la pena capital. "Imagino que solo dolerá un poco", dijo Dominique Green."Carcelero, démosles lo que quieren", acabó Melvin White. Mientras, Patrick Knight tuvo sentido del humor: "Dije que contaría un chiste. La muerte me libera. Ese es el mayor chiste. Y el otro: no soy Patrick Bryan Knight, pueden detener la ejecución".