El coronavirus ha podido, de momento, con la reforma constitucional del presidente ruso, Vladímir Putin. El mandatario anunció ayer el aplazamiento del referéndum del 22 de abril sobre los cambios constitucionales que le permitirán seguir en el poder hasta el año 2036.

En un discurso a la nación difundido en directo por la televisión estatal, el presidente dijo que la consulta queda suspendida hasta que el brote del nuevo coronavirus esté bajo control en Rusia. El paquete de enmiendas constitucionales mantiene el límite de dos mandatos presidenciales pero excluyendo de su cumplimiento al actual presidente del país, lo que permitirá a Putin seguir como jefe de Estado hasta el año 2036.

Mientras tanto, una atmósfera de irrealidad va enseñoreándose de Moscú, poco a poco, día tras día. Pese a que los datos oficiales apuntan a una progresión muy limitada de la epidemia de covid-19 en el vasto territorio nacional ruso, los signos de que la crisis sanitaria ya está aquí se hallan por doquier: el atasco permanente que taponaba amplias zonas de la capital en las horas centrales del día ha dejado paso a una circulación relativamente fluida; el metro en la hora punta apenas presenta aglomeraciones, aunque eso sí, un buen número de viajeros ya se cubre la boca con mascarillas; los turistas, chinos o europeos, brillan por su ausencia en la plaza Roja o el teatro Bolshói; en los tableros de anuncios de los portales abundan los consejos para no salir a la calle si uno está resfriado o para proteger a las personas mayores de la infección....

«La situación, en general, está bajo control», declaró el presidente, Vladímir Putin, hace una semana durante una reunión del Gobierno. El martes, las autoridades sanitarias informaron tan solo de 57 nuevos casos en las últimas 24 horas, y un total de 495 desde el inicio de la epidemia, con tan solo una víctima mortal, unas cifras que equiparan a este país de casi 146 millones de habitantes con Luxemburgo, cuya población ni siquiera llega al millón de personas, provocando recelo y desconfianza en muchos estamentos, incluyendo asociaciones médicas próximas a la oposición.

cierre de hospitales / «Hemos observado durante el mes de enero un inusual incremento del 37% de casos de neumonía» con respecto al año pasado, señala telefónicamente Iván Konoválov, de la Alianza de Doctores, vinculada al bloguero Alekséi Navalni.

Konoválov revela que en hospitales de Moscú, San Petersburgo, Vladivostok y Vologdá, áreas dedicadas a cirugía y otras especialidades han sido transformadas en zonas de cuidados intensivos para el tratamiento de pacientes infecciosos. Y se pregunta cómo es posible que el Ejército ruso envíe ayuda a Italia mientras en algunos hospitales militares se ha demandado a los doctores a que fabriquen sus propias máscaras ante la escasez de material. «Nuestro Gobierno ha cerrado durante los últimos años numerosos hospitales mientras los gastos dedicados a las fuerzas de seguridad han ido en aumento; Rusia no está preparada para una emergencia así», denuncia Konoválov.

Al igual que ha venido sucediendo en los últimos años con las informaciones no oficiales sobre bajas en los conflictos armados en los que se ha embarcado Rusia, el Gobierno ha demostrado que no se anda con remilgos a la hora de cerrar el paso a toda fuente o información que desafíe la narrativa oficicial sobre la pandemia. Por su parte, Putin anunció un paquete de medidas sociales y económicas para ayudar a la población, la primera de las cuales fue declarar no laborable desde el 28 de marzo al 5 de abril.