Hace ya varios años que Rusia y China miden con idéntico rasero los principales contenciosos mundiales. Rechazan lo que califican como «unilateralismo» de Occidente y estrechan la cooperación bilateral, tanto en el ámbito de la política como en el de la economía o incluso en la esfera militar. La visita de Estado de tres días de duración a Rusia que ayer inició el presidente chino constituye un paso más en este proceso de acercamiento «sin precedentes» entre ambos gigantes, en palabras empleadas tanto por Vladímir Putin como por Xi Jinping.

La última muestra de la sintonía chino-rusa se produjo en las horas previas a la llegada de Xi a Moscú, concretamente en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde ambos países, con derecho a veto en el organismo, impidieron que se condenara al régimen militar de Sudán por la muerte de opositores civiles que se manifestaban en favor de la democracia. Pero tal y como destacó Putin durante la declaración posterior a su encuentro bilateral de tres horas de duración en el Kremlin, se extiende a los principales puntos del planeta donde se registran actualmente conflictos o fricciones.

Tanto Moscú como Pekín apoyan la «estabilización» de Venezuela, dijo el mandatario ruso, una fórmula eufemística de señalar que siguen respaldando al presidente Nicolás Maduro frente a la oposición. Respecto al programa nuclear de Corea del Norte, el presidente ruso aseguró que ambas potencias consideran que no existe «alternativa» a una solución pacífica, descalificando cualquier veleidad de Washington de deponer por la fuerza al dictador Kim Jong-un. Xi calificó a Putin de «amigo cercano», y destacó que la cooperación chino-rusa brilla «con nueva luz cada año». Al término del encuentro, ambos mandatarios firmaron dos declaraciones conjuntas, una centrada en el «desarrollo de un partenariado integral» en las relaciones bilaterales y una segunda acerca del «fortalecimiento de la estabilidad estratégica» internacional en la «era moderna». Motivos para aunar energías no les faltan. Moscú, enfrentada a Occidente debido a la anexión de Crimea, a las guerras de Ucrania y Siria y a las acusaciones de interferencia en los procesos electorales de Estados Unidos y Europa, desde hace tiempo ha vuelto su mirada hacia Pekín, donde ha encontrado comprensión, apoyo político e incluso respaldo financiero y económico con el que afrontar las sanciones impuestas por Washington y Bruselas. China, por su parte, se halla enfrascada en una interminable disputa comercial con Washington de incierta solución, y cualquier aliado es bienvenido.

De hecho, China se ha convertido al día de hoy en el principal socio comercial de Rusia, y los intercambios entre ambos países crecieron en el 2018 un 25%, hasta alcanzar la cifra de 108.000 millones de dólares.