El metro de Nueva York siguió en el punto de mira de Al Qaeda al menos hasta principios del 2003, cuando los terroristas que perpetraron el 11-S planeaban cometer un nuevo atentado a gran escala con gas letal, que fue cancelado, 45 días antes de llevarse a cabo, por orden de la mano derecha de Osama bin Laden, Aymán al Zauahiri. Esto es lo que asegura un nuevo libro cuyos extractos acaba de publicar el semanario Time y que ayer confirmaron fuentes oficiales.

"Nosotros estábamos al tanto de estos planes y tomamos las precauciones adecuadas", afirmó el portavoz de la policía neoyorquina, Paul Browne, al ser preguntado sobre el posible atentado, revelado por Ron Suskind, periodista ganador del premio Pulitzer, en su nuevo libro La doctrina del uno por ciento .

Según su recuento, los agentes de espionaje de EEUU supieron de los planes sobre el ataque a Nueva York a través de un informador paquistaní que tenía contactos en la red de Bin Laden. En marzo del 2003, esta fuente les informó de sus detalles y de que había sido abortado.

CIANURO DE HIDROGENO El informador explicó que miembros saudís de una célula terrorista habían llegado a Nueva York procedentes de Africa del norte en otoño del 2002, con el fin de seleccionar los lugares para el atentado que se estaba planeando. Además de otros lugares públicos, el metro, que cada día transporta más de cinco millones de viajeros por sus 1.000 kilómetros de túneles, fue seleccionado como escenario del ataque, que se iba a llevar a cabo por el sencillo método de liberar por control remoto cianuro de hidrógeno en algunos vagones. Sin embargo, y por razones desconocidas, Al Zauahiri canceló el ataque en enero.

Según Suskind, también la CIA detectó parte de esos planes, al hacerse con el ordenador personal de Basam Bojowa, un yihadista saudí arrestado en Bahréin en febrero del 2003. En los archivos del ordenador figuraban los detalles del ingenio letal con el que se pensaba perpetrar el atentado. En base a los diseños que detallaba, la CIA construyó el artefacto, compuesto de un envase para cianuro de sodio y otro para una fuente estable de hidrógeno, una mezcla parecida a la que usaron los nazis en las cámaras de gas de los campos de concentración, donde exterminaron a millones de judíos y de opositores al régimen de Hitler.

PATRULLAS REFORZADAS Aunque la policía neoyorquina no hizo públicas sus preocupaciones, en febrero del 2003 incrementó las medidas de seguridad en el metro, ya de por si fuertemente vigilado desde los atentados del 11-S. Desde el 2001 se habían reforzado las patrullas policiales en sus túneles y accesos, particularmente las entradas de sus 16 túneles submarinos. Ese mes, la división antiterrorista de la policía de Nueva York ordenó a los agentes que se concentraran en detectar posibles instrumentos para perpetrar ataques químicos en el metro, como bombillas rellenas de sustancias nocivas. Además, los hospitales neoyorquinos se apresuraron a planificar cómo tratar a las víctimas de un ataque de este tipo, particularmente las expuestas a cianuro. Estos centros intentaron aumentar sus reservas de antídotos para esta y otras sustancias químicas tóxicas.

Algunos responsables de los servicios de espionaje se mostraron escépticos sobre la veracidad de los planes para atacar el metro neoyorquino. "Nada de esto se ha confirmado en tres años: quiénes eran esos tipos, si de verdad tenían un arma o si fueron capaces de fabricarla, si se averiguó qué arma era, lo que haría o, incluso, si estaban en Nueva York", comentó una fuente a The New York Times .