Solo 15 horas precisó Fidel Castro para revolucionar Extremadura. Las que pasó en Mérida entre el 19 y el 20 de octubre de 1998, en una visita con la que correspondió a la que tres meses antes había efectuado una delegación extremeña, encabezada por el entonces presidente regional, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, a La Habana. Aprovechando el viaje entre Oporto --que en los días precedentes había acogido la séptima Cumbre Iberoamericana-- y Madrid --donde Castro fue recibido por José María Aznar, máximo representante del Gobierno español en aquel momento--, el dirigente cubano hizo parada técnica en la capital de la comunidad.

Aunque su llegada estaba inicialmente prevista para las seis de la tarde de aquel lunes, 19 de octubre, el mítico comandante llegó con casi seis horas de retraso. Una larga demora que vino motivada por que Castro y su séquito (de 100 personas) tuvieran que desplazarse por carretera entre Lisboa y Mérida, al no permitir las condiciones del aeropuerto de Talavera la Real que su avión privado aterrizara en el mismo. Y que motivó, a la vez, que el dirigente cubano se confesara "abochornado" por el retraso nada más llegar a Extremadura y pidiera disculpas al millar de extremeños que, aproximadamente, le esperaba en la sede de la Presidencia de la Junta.

La inusual visita comenzaba así de forma un tanto accidentada, más aún por la actuación en un primer momento de los agentes de seguridad del comandante, que dificultaron la labor de los muchos periodistas que cubrían el acontecimiento. Además, el protagonista de tanta expectación apareció con evidentes signos de cansancio, lo que alentó ciertas especulaciones sobre su estado de salud. No obstante, lejos de retirarse a descansar, Castro compartió una cena con 35 representantes institucionales que se prolongó hasta más allá de las cinco de la madrugada.

Al día siguiente y con cuatro horas de sueño --todo un récord, de acuerdo con su fama de dormir muy poco--, el presidente caribeño visitó el Museo de Arte Romano y el Teatro y el Anfiteatro. Durante su visita, manifestó haber quedado impresionado con el patrimonio histórico de la capital regional y, en todo momento, elogió el carácter de los extremeños, a los que definió como "luchadores y tenaces". En la práctica, su visita sirvió para manifestar su apoyo político a Ibarra.

En cuanto a las dudas sobre su estado de salud, preguntado por este tema, Castro respondió con un escueto "me parece que bien", al que el presidente extremeño apostilló: "parece que está mejor que yo". Posteriormente, las infraestructuras sanitarias que se movilizaron por la visita del dirigente cubano y, sobre todo, su coste, generaron cierta polémica en Extremadura. Aunque en este caso la revolución no se prolongó mucho tiempo.