Las fuerzas de seguridad marroquís dieron ayer por "desarticulada" la célula de jóvenes terroristas kamikazes que, desde el 11 de marzo, han aterrorizado Casablanca, justo horas antes de que dos hermanos, Mohamed y Omar Maha, se quitaron la vida en unas acciones suicidas casi simultáneas en las que solo ellos perdieron la vida.

La policía anunció la detención ayer por la mañana de los dos supuestos cabecillas del comando en una operación llevada a cabo en un barrio de chabolas, en la que se incautó también de una cantidad no precisada de explosivos que habían sido escondidos en varios zulos.

El operativo se llevó a cabo en el suburbio de Sidi Mumen, a las afueras de Casablanca. Allí fue detenido el líder o emir de la célula, que se entregó sin oponer resistencia pese a llevar puesto un cinturón de explosivos. Según la agencia oficial de noticias marroquí, MAP, la captura del jefe, cuya identidad no fue difundida, "ha permitido descubrir a su número dos y encontrar los escondrijos donde los terroristas fabricaron los explosivos". Además, sus confesiones han permitido identificar al resto de miembros de la célula, activamente buscados por la policía.

BOMBA JUNTO AL HOTEL Pero los arrestos no acabaron ahí. Horas después del suicidio de los dos kamikazes en el centro de la ciudad, la policía arrestó a un tercer terrorista, identificado como Mohamed Chihab, que antes de ser detenido consiguió deshacerse del cinturón con explosivos. Instantes más tarde, otro cinturón bomba fue encontrado junto al hotel Rivoli.

Pese a que se considera que la célula como tal ha quedado neutralizada, la policía marroquí avisó de que algunos de sus miembros siguen en libertad y con los cinturones de explosivos colocados, con lo que el dispositivo sigue activo.

DOS KAMIKAZES MAS El sinsentido kamikaze alcanzó ayer el centro de Casablanca, donde dos hermanos, Mohamed y Omar Maha, se suicidaron. Los jóvenes pertenecían a la misma célula islamista que los cuatro radicales que murieron el pasado martes, tres de ellos también en acciones kamikazes.

Los hermanos, con los cinturones explosivos adosados en la cintura, llevaban varios días pululando por Casablanca. Juntos hasta el final, decidieron coordinar su suicidio en una acción desesperada tras conocer que el dirigente de su célula había sido detenido por la policía. Ellos son la segunda pareja de hermanos que se quita la vida en una acción kamikaze, pues Abdelfetá y Ayub Raydi, también pertenecientes a esta célula, se suicidaron el 11 de marzo y el 10 de abril, respectivamente.

SIN VICTIMAS A las nueve de la mañana, Mohamed Maha, nacido en Casablanca en 1975 y no fichado por la policía, se colocó frente al furgón policial que custodia el consulado de EEUU y activó los explosivos. Aunque su objetivo era asesinar a los policías, ningún agente resultó muerto o herido.

Tras la explosión, su hermano Omar echó a correr y, a menos de 100 metros, frente al Instituto Americano de Lenguas, se quitó la vida accionando el cinturón explosivo. Como si lo hubieran ensayado, como si existiera ya un rito establecido para el suicidio, ambos hermanos, antes de quitarse la vida, alzaron la mano y señalaron con el índice hacia el cielo, como si se dirigieran a Dios.

DE APARIENCIA NORMAL "Yo estaba sirviendo una mesa cuando escuché una explosión. Salí y entonces vi venir corriendo a un joven que, en medio de la calle, entre los coches, se hizo estallar", contó Ziam, una camarera de la cafetería Casablanca, a 10 metros del lugar de la segunda explosión. Aunque seguía trabajando, el impacto de lo vivido aún contraía sus rasgos.

La versión de Rabia, un chaval sentado en la terraza, coincidía con la de Ziam: "El kamikaze vestía como tú y como yo. No llevaba barba y no parecía islamista. Es el peligro, que no se les distingue. Cualquiera puede ser un kamikaze. Lo podemos tener aquí, a nuestro lado, y no saberlo hasta que ya es tarde".

La tensión electrizaba el ambiente. Los agentes, muy nerviosos, echaron mano de las pistolas para dispersar a los miles de curiosos. De repente, detectaron a un tipo sospechoso, se le echaron encima y le bajaron los pantalones. Al verle en calzoncillos, constataron que no llevaba explosivos bajo la ropa.

"Más que terrorismo, esto es un simple suicidio. Matarse así, en la calle... Es como si mandaran un mensaje. ¿Pero cuál?", se preguntó una periodista local.