El presidente Mauricio Macri recibió con elocuente amabilidad al secretario general de la Internacional Socialista (IS), el chileno Luis Ayala. La reunión fue breve y dejó sonrisas compartidas. “La visita de Ayala es muy importante para nosotros. Nos ayuda a difundir en el mundo que (la coalición) Cambiemos ha generado una expectativa de cambio real”, dijo el presidente de esa formación Manuel Corral. Macri partió luego a una rueda de prensa. No solo en ese gesto marcó una diferencia respecto de su antecesora,Cristina Fernández de Kirchner, reacia a enfrentarse con el periodismo. Frente a las cámaras, el presidente, que acaba de cumplir un mes en ejercicio del poder, y ya ha firmado 29 decretos, justificó la decisión de “limpiar” un Estado que estaba al “servicio de la militancia política” del Gobierno saliente.

En ningún momento dijo la palabra “despidos” que azotan al sector público y comenzaron a generar fuertes protestas, por lo general convocadas a través de las redes sociales. Hasta el momento, de acuerdo con la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), son 18.000 las personas afectadas. Las movilizaciones en defensa del empleo se vienen repitiendo en los últimos días y encuentran a la policía con autorización para responder con balas de goma después de 12 años. Las imágenesde los proyectiles incrustados en las espaldas son exhibidas como otro signo de una época de transformaciones políticas y culturales.

Los fondos ya no son buitres

Los despidos y las movilizaciones opositoras, que exceden por estos días las cuestiones laborales y se propagan por distintas zonas de la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, frente a la indiferencia de la “otra” Argentina, tienen lugar en momentos que el nuevo Gobierno retoma en Nueva York las negociaciones con una minúscula parte de los tenedores de bonos que no entraron en el proceso de restructuración de la deuda externa argentina. El kirchnerismo los llama “buitres”. Sus sucesores abandonaron el mote del ave rapaz. De acuerdo con un dictamen del juez neoyorquino Thomas Griesa, Argentina debe pagarles 1300 millones de dólares. Cristina Fernández de Kirchner se negó a hacerlo. Macri ha decidido ir en la dirección contraria. La expresidenta, por ahora, se ha retirado de la escena.

En medio de la peor temporada veraniega de la última década, como consecuencia de la devaluación de 40% de la moneda, y la incertidumbre económica, el país vuelve a mostrar la misma grieta que dividía a kirchneristas y antikirchneristas. El diagnóstico de lo que ocurre no reconoce puntos en común. “Son neoliberales vengativos. Y demasiado enojados, demasiado furiosos, demasiado intolerantes”, dijo el filósofoJosé Pablo Feinmann. En el Gobierno se asegura, por el contrario, que los costos del cambio y el orden son inevitables. El desequilibrio de las cuentas públicas, explican, ha llegado al 8% del Producto Interno Bruto (PIB). Se trataría del déficitmás elevado desde el retorno a la democracia, en 1984.