Lejos de consolidar su control sobre los rebeldes talibanes en el sur de Afganistán, las fuerzas de la OTAN que actúan en la zona, en apoyo del Gobierno de Hamid Karzai, pagan con sus vidas los combates para aplastar a la reavivada insurgencia en Kandahar. Ayer, un soldado británico de la Alianza Atlántica pereció y varios resultaron heridos al ser alcanzados por el fuego de sus propios helicópteros, a los que habían pedido ayuda para hacer frente a los rebeldes. En Kabul, la capital, otro británico murió en un atentado suicida, en el que también perecieron al menos cuatro civiles.

En cinco días, las fuerzas internacionales han perdido a 18 militares de la OTAN. Otros 14 británicos perecieron en un accidente de helicóptero que, oficialmente, se estrelló por un fallo técnico cuando realizaba un vuelo de reconocimiento.

OFENSIVA TERRESTRE El pasado sábado, la OTAN lanzó en la provincia de Kandahar la operación Medusa, como parte de la mayor ofensiva terrestre de la historia de la Alianza, iniciada el pasado 31 de agosto, en la que participan 2.000 soldados. Cuatro canadienses murieron el fin de semana.

El jefe de la OTAN en Afganistán, teniente general David Richards, declaró ayer que la operación Medusa es esencial. "Es muy importante para conseguir el nivel de reconstrucción y desarrollo que queremos en este país, pero antes de eso necesitamos limpiar el área de talibanes", afirmó.

En los últimos meses, las fuerzas talibanes casi han reconquistado la provincia de Kandahar y la ciudad del mismo nombre. Richards afirmó el domingo que sus tropas habían matado a más de 200 guerrilleros rebeldes. Los combates continuaron ayer, y el jefe militar de las milicias islámicas de los talibanes en la zona, el mulá Dadulá, dijo que las informaciones de la OTAN no son ciertas, y amenazó con atacar a los periodistas que difundan "falsas informaciones".

En lo que va de año, más de 2.000 personas, la mayoría civiles y rebeldes afganos, han muerto en Afganistán. Las fuerzas extranjeras han perdido 115 militares.