El cerco contra las fuerzas del coronel Muamar Gadafi se estrecha y Trípoli ya se ve seriamente atenazada por los rebeldes, que se preparan para dar el último golpe a favor de la libertad en la capital libia, donde se refugia el dictador rodeado de su habitual guardia de élite.

Esta madrugada, los insurrectos, tras hacerse con todo el control de la ciudad estratégica de Zawiya, a unos 50 kilómetros de la capital, siguieron avanzando hacia el oeste hasta alcanzar las calles de algunos barrios de Trípoli, con el respaldo de la aviación de la OTAN. Los enfrentamientos entre grupos de rebeldes y leales al régimen se llevaron a cabo en algunos barrios del este de la capital, que se quedaron sin electricidad, y en la base aérea de Mitiga, en el distrito de Tajoura, también en el este. Al grito de «Alá es grande», pequeños grupos de revolucionarios, al tiempo que blandían la nueva bandera de la independencia, recorrieron estas zonas populares con un mensaje tranquilizador: «Hemos venido a traer la paz. Queremos evitar un derramamiento de sangre».

El sátrapa se encuentra más acorralado que nunca y, a pesar de todo, los rebeldes están convencidos de que el coronel quiere morir con las botas puestas. La dramática amenaza y disyuntiva lanzada por el dictador hace seis meses, cuando estalló el levantamiento armado, nunca ha sido un exceso verbal. El tirano quiere derramar en su suelo hasta la última gota de su sangre y, por esta razón, durante la pasada madrugada volvió a exhortar a sus partidarios a salir a la calle para emprender una defensa encarnizada del territorio y luchar centímetro a centímetro por salvar el régimen.

La guerra civil nacida de la primavera árabe tiene visos de derivar en una cruenta batalla en la capital, «la última batalla», aseguró el presidente del Consejo Nacional de Transición, Mustafa Abdeljalil, quien ayer confirmó que estaba manteniendo contactos con el entorno más cercano al sátrapa para acabar con la dictadura, pero desestima una salida pacífica como la rendición de Gadafi o una posible huida de este a Túnez. Más bien aventura un «final catastrófico» en Trípoli que ha sembrado la inquietud entre los miles de trabajadores extranjeros que viven en la capital.

De hecho, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) anunció que estaba preparando la evacuación de miles de inmigrantes que ya se está demorando teniendo en cuenta los últimos avances de las fuerzas rebeldes, que habían manifestado que a finales del mes sagrado de Ramadán liberarían el país de los tentáculos del dictador. Sin embargo, el Gobierno libio señaló que los rebeldes habían sido «vencidos» por sus efectivos y que «la ciudad se encuentra a salvo".

El portavoz oficial, Moussa Ibrahim, dijo que Gadafi seguía siendo el líder del país que ha gobernado con puño de hierro desde hace más de 41 años. El avance de los insurrectos ha provocado una progresiva huida de los partidarios del régimen. El último desertor fue un antiguo número dos de Gadafi, Abdelsalem Jalloud. Después de refugiarse durante un día en la ciudad rebelde de Zenten, en el sur de Libia, cruzó ayer a Túnez, desde donde dio públicamente su apoyo al Consejo Nacional de Transición y dijo que ve «muy cerca» el final de Gadafi.

Precisamente, la diplomacia internacional está trabajando seriamente en la búsqueda de nuevas deserciones para alcanzar el debilitamiento del propulsor del Libro Verde. Sobre los oficiales partidarios del sistema se ha vertido la amenaza de que la losa de la justicia pesa sobre ellos, ya que cualquier implicación en la guerra contra la población civil está considerada como un crimen de lesa humanidad.