Bastan los dedos de una mano para contar las columnas de opinión de los periódicos y los foros de debate de las televisiones y radios portuguesas que no han sido dedicados al tema del aborto en las últimas semanas. Mañana, 8,8 millones de electores lusos están llamados a decidir en referendo si el Gobierno puede o no aprobar una nueva ley que permita la interrupción voluntaria del embarazo hasta las 10 primeras semanas. El referendo enfrenta a un Portugal urbano, reformista y liberal con el Portugal anclado en los valores tradicionales y de la religión, y el resultado es una incógnita.

La ley portuguesa del aborto es igual a la española. Sin embargo, no se autorizan las clínicas privadas para realizar interrupciones de embarazo y, en los hospitales públicos, la interpretación del texto es tan restrictiva que solo se realiza en caso de malformaciones del embrión o de riesgo físico de la mujer.

Colegio de médicosAdemás, los médicos rehúsan abortos por imposición del colegio de médicos. Numerosas asociaciones nacionales e internacionales estiman que cada año se practican en Portugal al menos 18.000 abortos de forma ilegal. Otras 9.000 mujeres acuden a clínicas españolas localizadas cerca de la frontera. Los últimos sondeos, publicados ayer, señalan una cómoda victoria del a la despenalización del aborto por un margen que oscila entre los 6 y los 21 puntos porcentuales. Pero, dados los antecedentes, nadie da por seguro el resultado.

En el verano de 1998, los electores lusos tuvieron que contestar a la misma pregunta que ahora se les plantea: "¿Está de acuerdo con la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo, por opción de la mujer, hasta las 10 semanas, en un establecimiento de salud legalmente autorizado?".

Entonces, un 50,5% de los que acudieron a votar dijeron no . Fue una sorpresa. Todas las encuestas habían asegurado la victoria del . La abstención gigantesca, que superó el 68%, acabó por dictaminar el resultado.

Según los expertos, los que se oponen a la despenalización del aborto se mueven por valores religiosos y morales que hacen más difícil su desmovilización. En cambio, los votantes del creen que este es un asunto relacionado con la libertad personal de cada uno y se implican menos. Encima, estos últimos suelen ser jóvenes, más abstencionistas. Las campanas de alarma ya han empezado a sonar. El jueves, el primer ministro, el socialista José Sócrates apeló al voto joven: "La opción que se plantea es saber si Portugal se resigna a quedarse en el grupo de los países más conservadores o si abraza la modernidad". El primer ministro terminó con una advertencia: "No son las encuestas que cambian el país. Solo el voto puede hacerlo".

Las encuestas de ayer dicen que hay entre un 6% y un 17% de indecisos que pueden influir en el resultado. Desde el inicio de la campaña, el no ha ido ascendiendo progresivamente en los sondeos.

Menor activismo "La Iglesia Católica, que apoya a los partidarios del no , tiene un significativo poder de movilización al nivel de las élites. Ha conseguido reunir muchos recursos financieros para la campaña y ocupar el espacio de debate público", explicó Antonio Costa Pinto, politólogo del Instituto de Ciencias Sociales de Lisboa, que añadió: "En el lado del hay menos activismo y sus partidarios optan por un discurso moderado. Sin entrar en cuestiones filosóficas o defendiendo el derecho de la mujer a disponer libremente de su cuerpo, se limitan a pedir la despenalización del aborto".

El aborto ilegal está castigado en Portugal con sentencias de hasta tres años de cárcel. Desde 1998, más de 40 mujeres han sido condenadas o juzgadas.

Cambio de estrategiaPara acabar con el argumento del , los defensores del no cambiaron su estrategia y aseguraron que para despenalizar el aborto no hacía falta el referendo. En su opinión, bastaría con una reforma legal que mantuviera el aborto como delito en el código penal pero que elimine las condenas de cárcel.