El Irak de Sadam ya no existe. Como en la Unión Soviética, Rumanía o Yugoslavia, ayer en Bagdad se derrumbó el régimen y comenzaron a caer las estatuas y a arder los retratos del presidente iraquí. Las tropas estadounidenses de la Primera División de Marines entraron, esta vez para quedarse, hasta el corazón de Bagdad. Tanques, blindados y todoterrenos artillados acabaron con tres décadas de dictadura. Su líder, Sadam Husein, ha sido derrocado por EEUU, la superpotencia que antes de tenerlo como enemigo, lo tuvo como aliado.

Sólo 20 días de bombardeos y de batallas terrestres han bastado para terminar con el régimen de Sadam Husein. Sin embargo, pese a la euforia de ayer, esta guerra, como todas, ha sido muy sucia. Los civiles muertos se cuentan por miles y decenas de miles son aquellos que, a causa de heridas y amputaciones, han quedado marcados para siempre.

SOLDADOS HISPANOS

Las tropas estadounidenses, integradas en su mayoría por soldados de origen hispano, entraron por el sureste, cruzaron el Tigris y tomaron posesión, en un avance lento, calle a calle, de los barrios de la capital. Apenas encontraron resistencia. Los soldados y milicianos que días atrás juraban defender su país hasta la última gota de su sangre se esfumaron.

Las únicas personas a las que se veía en la calle eran ciudadanos de a pie que, como quien despierta de un mal sueño, comenzaban a salir de sus hogares para averiguar si su ciudad volvía a ser segura. "La verdad es que esperábamos que la entrada en Bagdad fuera mucho más complicada", aseguró un sargento que acababa de colocar su tanque frente al hotel Palestina, el mismo contra el que uno de sus compañeros disparó el lunes asesinando a dos periodistas, entre ellos el cámara español José Couso. Con la cara polvorienta y sus ojos azules enrojecidos, este militar de EEUU explicó: "En Bagdad sólo hemos encontrado algunas pequeñas bolsas de resistencia, pero las hemos machacado sin problemas".

En su opinión, las batallas por las ciudades de Basora y Kut fueron mucho más complicadas. "Allí nos metimos --recuerda-- en una guerra para la que no nos habían preparado. Allí sí que los iraquís resistieron de verdad. Mucho más que en Bagdad". Este sargento recuerda cómo se las tuvieron que ver "con suicidas que se lanzaban contra los blindados". "A algunos los abatimos a disparos y a otros tuvimos que pasarles por encima y aplastarles", relata. A su paso, la mayoría de iraquís saludaban a las tropas del imperio. "Viva Bush" o "Gracias por liberarnos" gritaban los bagdadís que, en cuanto se vio que los estadounidenses iban a quedarse, se lanzaron a destruir algunos de los miles de retratos y estatuas que Sadam tiene en la ciudad.

Atizados por la presencia de las cámaras, una de las primeras estatuas en caer fue la que estaba situada en la plaza de delante del hotel Palestina. Ese Sadam resistió lo suyo el envite de la turba. Al final fue derribado por un carro blindado de EEUU.

Pero esa alegría fue sólo el final de una mañana muy larga. Tan pronto como salió el sol, grupos de salteadores procedentes de barrios suburbiales, Al Zaura o Ciudad Sadam, se lanzaron al pillaje de ministerios, hipermercados y almacenes de comida de la ONU.

PILLAJE DESENFRENADO

Los saqueos y el caos al que tanto miedo tenían los iraquís se adueñaron durante unas horas de la capital. "Esto es terrible. Es la anarquía. Bagdad se ha llenado de alí babás ", lamentaba un comerciante. "Lo están robando todo. Coches nuevos, electrodomésticos... Por favor, que entren ya los americanos y pongan un poco de orden", pedía. "Yo he visto uno que se ha llevado un caballo", explicó un taxista.

Como en toda jornada histórica, el caos, la euforia y el miedo hirvieron juntos ayer en Bagdad, la ciudad que sirvió de inspiración a Las mil y una noches y que ayer soñaba con escribir otro libro, sobre un futuro sin guerra, sin embargo y sin Sadam.