El régimen de Damasco ha permitido, en los dos últimos días, la salida de 428 estudiantes de dos áreas sitiadas cercanas a la capital siria para que se presenten a los exámenes de final de curso, según medios de comunicación sirios. El Gobierno concedió permiso a 360 alumnos de Moadamiyeh y 68 de Madaya, ambas localidades en manos de grupos rebeldes. El presidente sirio, Bashar al Asad, ha autorizado la entrada de ayuda humanitaria muy limitada a estas poblaciones. El pasado enero, la oenegé Médicos Sin Fronteras documentó 16 casos de muerte por inanición en Madaya.

Los alumnos de este municipio se desplazaron hasta la ciudad de Radwa, en manos de Asad, tras ser registrados en un control militar. Es la primera vez que salen de Madaya en 302 días y este curso han perdido muchísimas clases a causa del asedio.

Medios estatales aseguraron que los rebeldes que controlan la parte este de Alepo, la segunda ciudad del país, prohibieron a estudiantes pasar a la zona oeste, en manos del Gobierno, para presentarse a losexámenes finales, que solo pueden hacerse en áreas de Asad.

ATAQUES A COLEGIOS

Este episodio pone sobre la mesa el enorme impacto que la guerra ha tenido sobre la escolarización de los niños y jóvnenes sirios. Agencias de la ONU y oenegés han denunciado ataques contra escuelas y hospitales en Siria. Según un informe de la oenegé Save the Children, en los últimos cuatro años se han producido 4.000 ataques a colegios: bombardeos y toma de centros escolares para utilizarlos como bases militares, lugares de detención o cámaras de tortura.

La ONU calcula que una de cada cuatro escuelas en Siria ha sufrido ataques y advierte que la asistencia a clase de los niños, que antes de la guerra se acercaba al 100% en numerosas áreas del país, ha caído en picado. Más de dos millones de niños sirios no están escolarizados.

Saima, una madre de familia de Ghuta, contó a Save the Children que los padres no mandan a sus hijos “a los parvularios ni a los colegios pormiedo a los bombardeos”.

Muchas escuelas de zonas sitiadas no disponen de libros de texto, material ni pupitres. En algunas, parte del mobiliario escolar se ha quemado para combatir las bajas temperaturas del invierno sin electricidad ni gas.

Los alumnos se duermen a menudo en las clases porque el estruendo de las bombas lanzadas de noche y el pánico no les dejan descansar. “Los niños están siempre enfermos. Las clases son frías y no tenemos combustible”, señaló Nayef, trabajador de una organización humanitaria. “No solo hay un asedio sobre la comida y las medicinas, también sobre el conocimiento”, añadió.

FALTA DE PROFESORES

Otra dificultad es la falta de profesores. Uno de cada cinco ha muerto o está desplazado. En algunas escuelas, padres, estudiantes universitarios y voluntarios dan clases a los niños ante la falta de maestros.

Mantener la educación es clave para que los niños se formen, evitar que los grupos armados los recluten y que las familias casen a las niñas. Los matrimonios infantiles han aumentado, sobre todo entre las refugiadas sirias en el Líbano y Jordania. Los padres las desposan por necesidades económicas y abandonan la escuela.

Muchos niños refugiados dejan el colegio por cuestiones de seguridad personal o porque tienen que trabajar para ayudar a sus familias a subsistir. La oenegé libanesa Beyond, con apoyo deUNICEF, organiza actividades para niños de 2 a 14 años. “Los más pequeños están atendidos, sus madres pueden trabajar y no tienen que hacerlo los hijos, y los hermanos mayores que cuidan a los pequeños pueden ir a la escuela”, indica a este diario Inass, una responsable de Beyond en el valle de la Bekaa.

La oenegé, que facilita la integración de los sirios en escuelas públicas, les ayuda con los deberes y les da apoyo psicosocial, alerta de que solo el 50% de los sirios en edad escolar en el Líbano va al colegio.